La tribuna
El poder de la cancelación
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La sequía que padecemos en Andalucía ha hecho aflorar con fuerza el problema de fondo: el desequilibrio permanente entre las demandas de agua y los recursos disponibles. Es necesario insistir en esta idea clave: sequía no es lo mismo que escasez. La primera es una reducción estadística de las precipitaciones. La segunda es un déficit de recursos respecto de las demandas. Esto segundo es lo que nos afecta: una gran crisis de escasez, agravada por una sequía intensificada por extraordinarias olas de calor, detrás de las cuales se hace presente el cambio climático. La demanda agrícola de agua de Andalucía, con grandes diferencias espaciales, ha sobrepasado la disponibilidad de recursos. El déficit es estructural, velado por la sobreexplotación generalizada de aguas subterráneas que provoca un grave deterioro del territorio (ríos, arroyos, fuentes manantiales). Este es el diagnóstico muy preocupante que hay que explicarle a la ciudadanía.
Veamos algunos datos fundamentales. La capacidad total de los 49 grandes embalses de la cuenca del Guadalquivir es de 8.034 millones de metros cúbicos (más de 8.000 estadios de La Cartuja). El volumen embalsado en estos momentos es 1.496 hm3, un 18%. Los sectores que denuncian que la causa del problema es la falta de nuevos embalse, incluso los más radicales, aspiran como máximo a que el gobierno construya 3 o 4 más. ¿Alguien cree realmente que en caso de existir esos embalses (que aumentarían un 5% la capacidad ya existente) estarían llenos mientras los demás están vacíos? ¿Alguien piensa que serían la solución a la situación en la que estamos? Por supuesto que habrían aportado algunos recursos, paliando algo la situación de los años pasados. Pero hoy, noviembre de 2022, estarían vacíos, como todos los restantes. No hace falta ser un experto para saber esto, y sin embargo algunos trasmiten a la opinión pública la idea de que el motivo de la actual situación es que esos embalses no se han construido. Otros no llegan a tanto, pero afirman que con su construcción estaríamos mejor preparados para la siguiente sequía. En mi opinión, tampoco esa es la clave.
Estas soluciones son discutibles, tienen costes y beneficios; pueden ser razonables en situaciones concretas que hay que ver en cada caso. Negar la necesidad de embalses es tan absurdo como negar la necesidad de carreteras o ferrocarriles, aunque hubiera sido mejor, por motivos económicos, sociales y ambientales, no haber construido o haber construido de otra manera alguno de ellos. Pero centrar en esto el debate es ocultar el problema. Andalucía en su conjunto, y la cuenca del Guadalquivir, en particular, tiene un grave problema de sobredimensionamiento de la demanda, fundamentalmente agrícola.
Frecuentemente al hablar de soluciones se trasmite gran confusión, presentándose como urgentes actuaciones con efectos a medio y largo plazo que nada tienen que ver con la emergencia de sequía. Por el contrario, faltan soluciones para temas realmente producidos por la sequía, como la situación de numerosas explotaciones ganaderas, a las que es urgente suministrar agua. Otros medidas auténticamente de emergencia se refieren al regadío, empezando por un reparto social del agua que garantice un mínimo de superficie regada por explotación para asegurar la supervivencia de todas las explotaciones familiares y profesionales. Con esa misma orientación, son urgentes los apoyos financieros y fiscales habituales, pero ajustados a las diferentes situaciones socio-económicas de manera que garanticen las rentas básicas del tejido productivo agrario que consolida población y vida en el territorio.
Desde una perspectiva estratégica, como defendemos en la Mesa Social del Agua de Andalucía, es necesario redefinir el papel y la dimensión del regadío. Este es uno de los más graves y difíciles retos políticos que tiene Andalucía. El agua para la agricultura debe redistribuirse con criterios sociales, se debe priorizar el apoyo a las pequeñas y medianas explotaciones profesionales frente a modelos de producción intensiva basada en cultivos muy consumidores de agua y otros recursos. Es esencial priorizar los recursos hacia modelos de producción social no especulativos. Para hacer frente a los problemas del agua hay que denunciar la especulación financiera que padece nuestro país en el sector de la agricultura de regadío.
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