La tribuna
La vivienda, un derecho o una utopía
La tribuna
Transcurren ya dos décadas desde que, en marzo de 2000, el Consejo Europeo, en sesión celebrada en Lisboa, adoptó un relevante "objetivo estratégico". Se formulaba, entonces, que, antes de concluir 2010, la Unión Europea tenía que "convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social". A partir de una interpretación un tanto alicorta o prejuiciada, detractores hubo de tal propósito por entender que, con ello, se adoptaba una visión economicista de la educación. Dos años más tarde, otro Consejo Europeo celebrado en Barcelona, en marzo de 2002, adoptó el programa de trabajo Educación y Formación 2010 (ET 2010). Y un año antes de la conclusión del mismo, en 2009, el Consejo, ante la no consecución de los objetivos previstos, convino un marco estratégico para la cooperación europea en el marco de la educación y la formación, Educación y Formación 2020 (ET 2020). La renovada estrategia establecía, asimismo, nuevos objetivos comunes, con la intención de mejorar los sistemas nacionales de educación y formación. Por lo que, a tal efecto, se establecieron instrumentos complementarios generales, además de contarse con el aprendizaje mutuo y el intercambio de buenas prácticas, mediante el método abierto de coordinación.
Así las cosas, recientemente, concluida también la segunda década del programa europeo sobre la educación y la formación, el Consejo reconoce que, aunque logrados algunos avances, quedan todavía "retos sustanciales" para que Europa pueda alcanzar los fines establecidos.
La consecución de un Espacio Europeo de Educación es el telón de fondo de estos marcos estratégicos y se formularon asimismo medidas, el pasado septiembre de 2020, para reforzarlo con la perspectiva puesta en 2025, sin que se arriesgue al aventurar su prórroga. Hacia ese fin también converge la renovación del marco estratégico hasta 2030, como se constata en el acuerdo adoptdo por el Consejo Europeo: Resolución del Consejo relativa a un marco estratégico para la cooperación europea en el ámbito de la educación y la formación con miras al Espacio Europeo de Educación y más allá (2021-2030), publicada el pasado 26 de febrero. Por tanto, además de apoyar la definición de tal Espacio Europeo, el objetivo principal de la cooperación europea en materia de educación y formación pretende, con la grandilocuencia característica de tales declaraciones, apoyar el desarrollo de los sistemas educación y formación de los Estados miembros a fin de que garanticen, por una parte, la realización personal, social y profesional de todos los ciudadanos, promoviendo al mismo tiempo los valores democráticos, la igualdad, la cohesión social, la ciudadanía activa y el diálogo intercultural; y, por otra, la prosperidad económica sostenible, las transiciones ecológica y digital y la empleabilidad. Ambicioso programa para el que una década, con los antecedentes indicados, puede resultar escasa.
Cinco prioridades estratégicas se hacen, por ello, explícitas. Es destacada la de aumentar la calidad, la equidad, la inclusión y el éxito de todos en el ámbito de la educación y la formación. Y también figuran el hacer del aprendizaje permanente y la movilidad una realidad para todos, la mejora de las competencias y de la motivación en la profesión docente, el refuerzo de la educación superior europea, o el respaldo a las transiciones ecológica y digital en la educación y la formación y a través de estas.
Con objeto de llevar a cabo un seguimiento del logro de tales prioridades, se establecen, además, "objetivos a escala de la UE", como niveles de referencia del rendimiento medio europeo en educación y formación. Si bien, ante el previsible desajuste y las diferencias entre los Estados miembros, "no deben ser objetivos concretos que cada país tendría que alcanzar para 2025 o 2030", sino que "se invita a los Estados miembros a que estudien la posibilidad de establecer objetivos equivalentes a escala nacional".
De modo concreto, uno de esos objetivos siete objetivos se formula con la intención de que, para 2030, el porcentaje de jóvenes de quince años con un bajo rendimiento en comprensión lectora, matemáticas y ciencias debe ser inferior al 15%. Este mismo porcentaje y en el mismo plazo se espera para el alumnado, en el octavo curso de la escolaridad, con respecto a la "alfabetización informática". Como, por otra parte, el porcentaje de personas que abandonen prematuramente la educación y la formación debe quedar por debajo del 9%. O que en cinco años, para 2025, el porcentaje de titulados recientes en Formación Profesional, que acceda al aprendizaje en el trabajo durante su educación y formación sea al menos del 60%. No sobran, claro está, las declaraciones un tanto solemnes de altos propósitos, pero deben ser acompañadas de medidas y recursos que transformen la persuasión de la retórica en el favorable y evidente relato de los logros.
También te puede interesar