La tribuna
Francisco J. Ferraro
Despedida de un mal año
El progreso humano no se entiende sin la vida en sociedad y la cooperación, lo que ha exigido normas de comportamiento y sistemas de organización social respetados. La historia nos muestra como tanto las normas regladas como los valores y los códigos de conducta compartidos han ido evolucionando (no siempre perfeccionándose) hasta las sociedades contemporáneas más civilizadas. Desde la Segunda Guerra Mundial el proceso civilizatorio ha ido generalizándose en el mundo con un intenso desarrollo económico, con sistemas parlamentarios (de desigual calidad democrática) y con normas morales crecientemente compartidas sobre lo que es correcto e incorrecto. En esa moralidad básica se encuentra el rechazo a la mentira, a la violencia (especialmente la aplicada contra los más débiles), a la apropiación de lo ajeno y a la igualdad y no discriminación por raza, sexo o creencia.
Esa dinámica parece que se está torciendo en los últimos años, y especialmente en este 2024 en el que los indicios de deterioro democrático e inmoralidad de gobernantes y sociedad se intensifican. Las guerras nos traen cotidianamente un reguero de muerte, la gobernanza mundial va derivando hacia autocracias de perfiles diversos, la moralidad pública y los índices de calidad democrática empeoran. Sistemas autoritarios como los de Corea del Norte, Rusia, China, Irán, Filipinas, Venezuela, Arabia Saudí, Turquía, Cuba, Egipto o Nicaragua se fortalecen y algunos ganan en influencia mundial.
Singularmente, la Europa democrática deriva a la autocracia en países como Hungría, mientras que en otros acceden al gobierno partidos autoritarios y en muchos la extrema derecha gana terreno, mientras la economía europea se estanca alejándose de las dinámicas de crecimiento de Estados Unidos y China, y una población envejecida y acomodada le impide abordar reformas solventes.
En Estados Unidos, la primera potencia mundial y defensora en el último siglo de la democracia y la racionalidad en el mundo, gana las elecciones presidenciales un inmoral (delincuente, mentiroso, ególatra, machista), que alentó una insurrección antidemocrática y, en un país en el que el sistema judicial no impide su acceso al poder, va a imponer un programa proteccionista que va a empobrecer al mundo y a aumentar las tensiones internacionales. Antes de la toma de posesión, las formas antidemocráticas se ponen de manifiesto con la imposición de Elon Musk a los congresistas. A esto se suma la última decepción protagonizada por Joe Biden que indulta a su hijo en los estertores de su presidencia, con lo que hunde las débiles esperanzas de que en la oposición a Trump siga viva la llama de la moralidad pública.
En este contexto, dictadores como Putin podrán campar a sus anchas con la colaboración de China y Corea del Sur, ampliando su influencia en Europa del Este y desestabilizando a través de las redes sociales a países como España. Y un autócrata como Netanyahu podrá continuar con el genocidio en Gaza, agrediendo y ocupando a países de su entorno con la impotencia del mundo musulmán y la impasibilidad de las democracias “avanzadas”.
Finalmente, en España venimos sufriendo desde hace años un deterioro moral y democrático en el escenario público, en el que un Gobierno en minoría se mantiene con un apoyo político comprado con prebendas judiciales, económicas y territoriales, y manejando los tiempos con notable eficacia, para lo que no respeta adecuadamente instituciones fundamentales del Estado, como la corona y la judicatura, y coloniza otras instituciones del Estado con un cinismo impasible. Un proceder con la justificación de lesa antidemocracia del riesgo de una alternativa de gobierno de derecha y extrema derecha. Frente al Gobierno, una oposición que colabora en la crispación política y social con su estrategia de derribo, en la que no brillan las propuestas de enjundia que le corresponderían, sino la magnificación de indicios, sospechas de corrupción o abusos de poder como único argumento opositor, dando en muchos casos por demostradas denuncias, bulos o meras suposiciones que encanallan la vida pública y contaminan a la sociedad en una espiral de polarización y crispación.
Es cierto que 2024 terminará con un crecimiento del PIB notable, pero este éxito se minimiza si tenemos en cuenta el fuerte aumento de la población inmigrante, lo que reduce significativamente el diferencial con Europa en términos de PIB por habitante, y si se tiene en consideración que el consumo público (principal componente del aumento del PIB) tendrá que contenerse por las exigencias de las nuevas reglas fiscales europeas.
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