Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Cincuenta años después

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Cincuenta años después

13 de octubre 2024 - 03:09

Quienes no han conocido el funcionamiento interno y externo del PSOE es posible que no acierten a comparar el PSOE actual con el PSOE que se resucitó y vivificó hace 50 años. Había quedado herido de muerte a consecuencia de la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista.

“O apoyas al líder o te callas” es un mal mensaje e impropio de un partido que inició su campaña electoral en las elecciones de 1977 bajo el lema de Socialismo es libertad. El PSOE actual tiene en su historia reciente a dos ex presidentes del Gobierno de España: Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. El segundo tiene todos los “permisos” para hablar; el primero no puede abrir su boca. ¿Por qué esa diferencia? El segundo habla bien del actual presidente, Pedro Sánchez; el primero discrepa en lo fundamental con él.

Renunciar voluntariamente o por imposición de las urnas a cuotas de poder orgánico o institucional no significa renunciar a la condición de ciudadano, que conlleva la capacidad de pensar y de exteriorizar sus pensamientos cuando se adivina que se está poniendo en juego el futuro de España o del PSOE.

Quienes saben hacer algo más que elogiar ciegamente al ostentador del poder, siempre han sido leales a la causa del socialismo y al partido que mejor la representa y defiende. Al lado de una opinión siempre se ha tratado de ofrecer propuestas que se consideran útiles para el ciudadano y para el proyecto socialdemócrata que defienden sin ninguna duda quienes siguen militando en el centenario partido socialista.

Ante la llegada de tanto talibán a las filas del PSOE, que jamás han sido capaces de reconocer la autoridad política de quienes en más de una ocasión fueron capaces de echárselo a la espalda para conducirlo por la travesía del desierto, si leyeran sus insultos y sus peroratas sentirían cierta vergüenza. Seguramente se equivocaron de opción política y de partido. Tal vez algún día alcancen a comprender que la libertad se fortalece ejerciéndola y, sobre todo, ejerciéndola aunque conlleve la intolerancia de quienes hoy insultan para defender al que alaban, sabiendo que mañana insultarán al alabado, pues son expertos en alabanzas y en miserias. De siempre se ha pensado que quien solo sirve para elogiar, ni para elogiar sirve.

No resulta comprensible que en un partido socialista haya desaparecido el control de los órganos de dirección. En tiempos anteriores, la discrepancia no se ocultaba o callaba. Como existía –y no tiene más remedio que existir– se manifestaba en los comités federales y en los Congresos. En el momento más delicado del Gobierno socialista de los primeros años ochenta, el PSOE impulsó un referéndum sobre la permanencia o no de España en la OTAN. El PSOE apostó por la permanencia. Un grupo de destacados militantes, adscritos a la corriente Izquierda Socialista (IS), se manifestó públicamente en contra de la propuesta mayoritaria. Mientras unos hacían campaña a favor, otros, los integrantes de la corriente, se manifestaban en contra. Nadie les insultó, difamó o expulsó.

En la actualidad, quienes tienen opiniones contrarias o propuestas alternativas en cualquier área no tienen sitio para expresarlas. Sin necesidad de encuadrarse en una corriente, que por otra parte es una aventura casi imposible reglamentariamente, debería ser un gesto por parte de la actual dirección la de disponer de un foro donde los discrepantes pudieran discutir sus posiciones frente a las de la actual Comisión Ejecutiva. Resultaría de enorme interés para el PSOE y para España que el Congreso Federal de Sevilla reservara una comisión como lugar de encuentro, debate y compromiso al que estuvieran invitadas las figuras más relevantes del PSOE “anterior” para que, junto con dirigentes actuales, examinen el rumbo y el trayecto que debe seguir el PSOE a fin de volver a articular un proyecto político para la mayoría de la sociedad. O se habilita un lugar de encuentro y debate o las voces críticas no tendrán más remedio que diferenciarse públicamente de propuestas que algunos consideran impropias de una organización como el PSOE.

Cincuenta años después del Congreso de Suresnes, recuerdo emocionado el hecho de que solo en ocho años, los que van de 1974 a 1982, el PSOE de Felipe, Alfonso y Ramón Rubial consiguió participar en las primeras elecciones de 1977 y constituirse en el primer partido de la izquierda, intervenir en los Pactos de la Moncloa, elaborar junto con las otras fuerzas políticas la Constitución de 1978 y ganar las elecciones de 1982 con 202 diputados sobre 350.

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