La tribuna
No es arte, es violación
Dos gracias no quiso darle el cielo a Miguel de Cervantes: la consabida de la poesía (aunque fue mucho mejor poeta de lo que quiso reconocer), y la de viajar a América. Quien fuera aprovisionador de la Grande y Felicísima Armada no pudo hacer la Carrera de Indias, la vía fugazmente fluvial y morosamente marítima que desde Sevilla llevaba al puerto de Veracruz, fundado por Cortés en 1519 antes de lanzarse a la conquista de Tenochtitlan. Conociendo las maravillas que contó en el Quijote, lástima es que no compusiera también crónica de los portentos de aquellas tierras al modo de Bernal Díaz del Castillo.
Las posibles peripecias americanas de don Quijote y Sancho fueron noveladas por Andrés Trapiello en un prodigio de reconstrucción del lenguaje y ambientes de principios del XVII. Al poco de publicar esas andanzas, recuerdo que lo acompañé en un paseo nocturno por la Torre de la Plata, dejando a un lado la más conocida del Oro, y cómo mostrándole las barreduelas de la Casa de la Moneda, la antigua ceca, le abrí los secretos del patio del Tesorero.
Pero en punto a oro y plata de América, nada con más quilates que los legajos y documentos del casi colindante Archivo de Indias, que ya sería perfecto si además tuviera libros como la biblioteca del hijo del almirante, don Hernando Colón. Una Biblioteca de Indias… ¿habría algo mejor para Alonso Quijano o cualquier letraherido? En el Archivo hay, sí, muchos papeles relacionados con Veracruz. Y en Veracruz uno ha intentado hallar, con magro éxito, datos de un sevillano que recaló en Xalapa, la capital de aquel estado, en el que fuera último viaje de su asendereada vida.
Luis Cernuda, a quien le quedaban poco más de dos meses de existencia, dio una lectura de su obra en la Universidad Veracruzana cuando expiraba agosto de 1963. Las circunstancias son poco conocidas y, sobre lo que ya sabíamos y amplié en la biografía de nuestro paisano, el año pasado añadí algo más que debe salir en las actas que la Real Academia Sevillana de Buenas Letras publicará de unas jornadas dirigidas por el maestro Reyes (don Rogelio, no don Alfonso, el “regiomontano universal”, benefactor de Cernuda durante los años mexicanos de este). Todo lo que sabía está ahí. Pero ahora sé algo más.
La culpa es de Fernando Iwasaki, quien, tras haber pasado hace poco unos días en Xalapa, me sugirió que quizás se pudiera hallar algo de Cernuda en aquella Universidad. Le expliqué que yo ya lo había intentado, y antes que yo la profesora Malva Flores, tenaz estudiosa de Octavio Paz. Pero Fernando me hizo pensar y remover Roma con Santiago, Sevilla con Veracruz. Con tal fin me puse en contacto con el poeta José Luis Rivas, director que fue de la Editorial de la Universidad Veracruzana.
A vuelta de correo, Rivas me mandó la foto de una carta que es lo único que se ha podido salvar de ese naufragio (galeón no menos cargado de tesoros que los que atravesaron la mar). La misiva es de 1 de septiembre de 1963 y en ella Cernuda, ya de regreso a México, agradece a Sergio Galindo, entonces director de aquella casa editora, las atenciones recibidas en Xalapa. Galindo fue el responsable de la tercera edición de Ocnos. Y había solicitado del poeta andaluz un artículo para la revista que igualmente dirigía, La Palabra y el Hombre. En esta carta, Cernuda le enviaba el índice de su libro Poesía y literatura 2, para que Galindo escogiera. Mencionó el autor de Ocnos una versión ampliada de su trabajo Cervantes, e indicó que el titulado Jiménez y Yeats era nuevo. Naturalmente, el editor se decantó por la novedad y dio este artículo sobre JRJ y el nobel irlandés en el número de octubre de su revista. Otra gracia que el cielo negó a Cervantes.
También Cernuda le encargaba que saludase “al señor Medellín” y le agradeciera “su gentileza en acompañarme durante la visita al museo, del que guardo gran recuerdo por su riqueza y grandeza”. Se refiere al arqueólogo Alfonso Medellín Zenil, fundador y primer director del Museo de Antropología de Xalapa, institución que incluye entre sus importantes restos unas impresionantes cabezas olmecas. Medellín fue coautor con Paz del libro Magia de la risa, monografía dedicada a los rostros totonacas publicó la Universidad Veracruzana justo el año anterior de la visita de Cernuda.
El 4 de noviembre de 1963, en su última carta conservada, Cernuda decía a Derek Harris que Ocnos estaría pronto. Procedente de Xalapa, este caudal de recuerdos sevillanos llegó el día 6. Él no lo vio. El poeta murió la víspera.
También te puede interesar
Lo último