La tribuna
José Ángel Saiz Meneses
No puede haber tristeza cuando nace la Vida
La tribuna
Nadie duda de la enorme rentabilidad de las instalaciones fotovoltaicas. Las cifras de ahorro del autoconsumo con respecto al consumo eléctrico de la red son excelentes. Por ejemplo, una instalación de autoconsumo directo (sin batería) de coste inferior a 1Wp en una nave comercial o industrial permite a su propietario generar energía a un coste de 0,02 euros/kWh. Si tenemos en cuenta que el precio medio del pool es de 0,06 euros/kWh pero que, en la práctica, el consumidor de este tipo compra a una media de 0,08 eruos/kWh, estamos hablando de un coste del 25% del actual. A eso hay que añadir que por la electricidad que genera nuestro sistema de autoconsumo no pagamos ni término fijo ni IVA.
En el autoconsumo residencial, una instalación standard con batería en un chalet de tipo medio, proporciona un ahorro anual en factura que representa alrededor de un 8 ó 10% de la inversión inicial. Pocas inversiones son tan rentables. Además, esta rentabilidad no está sujeta a ningún impuesto, como lo están los dividendos de las acciones.
Donde los números van de mal en peor es en la espiral low cost (que implica una espiral low quality), que es un camino autodestructivo en el que el sector se está metiendo sin ninguna necesidad. Los módulos fotovoltaicos de calidad son necesariamente más caros que los que no la tienen. Se equivocan quienes piensan que el mercado de módulos es un mercado de commodities o de graneles. Los números acreditan lo contrario: una instalación de doble vidrio de alta calidad es más rentable que una equivalente en polímero (también de calidad) porque el sobreprecio de la primera es compensado con creces por la mayor duración del módulo de doble vidrio y la mayor producción sobre la del polímero. Quien está instalando módulos de granel, sin garantías, sin respaldo de marca, sin responsabilidad del fabricante, está engañando a su cliente.
¿Por qué un módulo de calidad es necesariamente más caro? Los materiales y procesos industriales que requiere la fabricación de un módulo fotovoltaico son muchos y complejos (células de silicio, marco de aluminio, vidrio, capa de EVA y así hasta llegar a diez). Si se buscan los precios más bajos en los diez elementos anteriores obtendremos un panel a muy buen precio, pero con muchas posibilidades de acabar dando problemas con el tiempo. Si, por el contrario, se busca la máxima calidad en todos ellos obtendremos un panel más caro, pero con una previsión de funcionamiento que se podrá garantizar porque durará muchos años rindiendo sin problemas. Así que, cuando esos módulos salen de la tienda parecen iguales, pero el tiempo acaba demostrando que no lo son. Lo mismo ocurre con todo producto industrial, desde los automóviles a las luces led.
Hay módulos que ofrecen una garantía de producción de 25 años ,pero ¡la garantía de producto es sólo de 12! Es una incomprensible paradoja que se garantice por 25 años el rendimiento de un dispositivo y que el dispositivo en sí, el que tiene que dar ese rendimiento, lo esté sólo por 12 años. Aun así, se están instalando esta clase de módulos sin que nadie, ni instaladores ni clientes, repare en estas contradicciones.
La tecnología de doble vidrio ampliamente adoptada por los fabricantes de calidad, es un ejemplo de cómo una elevada calidad en materiales y procesos permite a un fabricante dar una amplísima garantía, tanto de duración del módulo (30 años) como de potencia (30 años). Los módulos de doble vidrio no van a perder más de un 0,6% de su potencia tras 5.000 horas de funcionamiento. Si pierden en un año más del 0,35% de su potencia nominal, se activa la garantía y el módulo se sustituye gratuitamente por uno nuevo. Esto es posible gracias a una política corporativa que pone el acento en la calidad y en su expresión más relevante para el cliente: la garantía de funcionamiento.
Éste es un excelente momento para que el despegue del mercado de autoconsumo que se está produciendo en España, se haga sobre bases de calidad que satisfagan a los clientes y colmen sus expectativas. Si el mercado se desarrolla sobre productos low cost, si la cadena de suministro mira más sus márgenes que la satisfacción de sus clientes, correremos el enorme riesgo de decepcionar a una demanda que dejará de crecer. No hay ninguna necesidad de renunciar a la calidad, pues los números salen muy bien para todos cuando las instalaciones se proyectan con todos sus componentes de altos estándares de calidad.
Estamos seguros de que cualquier cliente -residencial, industrial o comercial, cuando decide instalar una solución fotovoltaica, espera de sus suministradores que le ofrezcan una propuesta de calidad que le asegure tranquilidad. Como en casi todas las compras, los ahorros de hoy son los gastos de mañana. Si educamos a la demanda en una política de oferta de precios sin suelo, nos estaremos equivocando gravemente.
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