La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
La tribuna
Cuando nos hablen de que la amnistía es impecable, un asunto que traerá cola, siempre nos quedará la Genética. Hablando de cola, ahora anuncian que por fin han descubierto por qué carecemos de cola. En realidad, durante los dos primeros meses de desarrollo embrionario tenemos cola. Entre paréntesis: ¿cómo no se le ha ocurrido a ningún abortista usar ese dato a su favor? Retournons a nos moutons. Después la cola se integra en el coxis y la inmensa mayoría de los niños nacen sin cola. Según unos investigadores de la Universidad de Nueva York, que merecen confianza y lo han publicado en Nature, perdimos la cola porque un gen, llamado TXBT, empezó a producir una proteína distinta de la habitual. Y resulta que la proteína normal participaba en el programa genético para desarrollar la cola, mientras que su versión mutante bloquea ese proceso. Yendo más allá, demostraron que una secuencia saltarina de ADN, llamada Alu, se insertó en otro gen y esa alteración cambió la expresión del gen TBXT. Para probar que eso era así, modificaron el gen TXBT de ratones, que todos sabemos que tienen cola, y vieron que la expresión de la proteína mutante similar a la humana conducía a ratones sin cola o con una cola muy corta. Ahora bien, una alta proporción de esos ratones padecían espina bífida, una alteración del tubo neural de consecuencias negativas para la viabilidad de los afectados. Y una alteración que se produce, aun con baja probabilidad, en los embriones humanos.
A la vista de esos resultados, ¿hemos aclarado por qué perdimos la cola? Negativo. Solo hemos aprendido que el equivalente a una única mutación génica puede atrofiar por completo la cola humana y murina. Pero la evolución no funciona así. Es esencial comprender que las mutaciones, individualmente consideradas, son sucesos muy raros. En consecuencia, la mutación bajo estudio debió de producirse en un individuo, o a lo sumo en unos pocos individuos, de la población que perdió la cola y de la cual nuestra especie procede. Eso quiere decir que, hace unos 25 millones de años, en algún lugar de África hubo una población de primates la mayoría de los cuales gozaban de su cola y unos pocos, con la expresión del gen TBXT alterada, carecían de cola. Ahora el problema se ha convertido en averiguar por qué los carentes de cola desplazaron a los coludos. Y la cosa no parece sencilla porque los carentes de cola padecían el lastre de una mayor proporción de espinas bífidas. Entonces tres posibilidades vienen a la mente. Una es que el tamaño de esa población ancestral fuese tan pequeño que la mutación se fijase por puro azar. Eso no es imposible, pero, como siempre que echamos mano del azar, equivale a no explicar nada. Los efectos del azar son impredecibles e incontrolables, así que atribuirle la ausencia de cola equivaldría a decir que no sabemos por qué la perdimos. Me explico: sabríamos cómo la perdimos (por la mutación TBXT), pero no por qué la perdimos (por azar). Si el tamaño pequeño (de la población, no de la cola) le basta, vale.
Otra posibilidad sería que los individuos sin cola resultasen más atractivos sexualmente que los coludos. Ya se sabe que las novedades atraen a alguna gente. Un rubio en un país de morenos puede tener más descendientes. Y digo un rubio, en vez de una rubia, porque según Darwin eran las hembras las que elegían compañeros sexuales más selectivamente que los machos. Le gustó tanto esa idea que tituló La ascendencia del hombre y la selección en relación con el sexo al libro que escribió sobre la evolución de la estirpe humana. En corto: seríamos tan listos porque las primates los preferían listos. En cambio, esa idea no le gustaba a Wallace. Si no sabe quién es, lea la biografía que me publicó Gualdamazán, una de las editoriales de Manuel Pimentel, el ingeniero agrónomo que ha publicado La venganza del campo, una amena obra que debería leer todo el que se sienta perplejo con las tractoradas. Aquí solo le diré que
Wallace elaboró por su cuenta una teoría de la selección natural tan similar a la de Darwin que unos influyentes amigos establecieron “un delicado arreglo” para que fuesen dadas a conocer conjuntamente el 1 de julio de 1858. Objetivo: que Darwin no perdiese la prioridad.
Para Wallace solo valía la selección natural y eso nos lleva a la tercera explicación: quizás los carentes de cola sobrevivían o se reproducían mejor en aquel ambiente que los coludos. ¿Una ventaja suficiente para compensar el lastre bífido? ¿Podían usar mejor las manos? ¿Se mantenían mejor erguidos? ¿Ningún depredador los agarraba por la cola? ¿Eran más fértiles? No lo sabemos. Conclusión: con esa mutación no basta para resolver el problema.
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