La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
Como informaba Diario de Sevilla hace unos días, los habitantes del área metropolitana de Sevilla han reducido su consumo doméstico de agua de 176 litros al día por persona en 1991 a 105 litros actualmente. Si incluimos todos los usos (doméstico, industria, hostelería, sanidad, usos municipales, etcétera) y lo traducimos de litros por día a hectómetros cúbicos por año (hm3/año) Sevilla ha pasado de 174 hm3 en 1991 a 96 hm3 en 2023, es decir 78 hm3 menos, un 45% menos. Una auténtica proeza. Entre tanto, la población abastecida ha aumentado un 15%.
En otras palabras, nos abastecemos más población con menos recursos. Y lo que es muy importante, esta reducción no ha significado dolorosos sacrificios. Nadie hoy en Sevilla ha tenido que reducir sus necesidades básicas imprescindibles. Simplemente, somos capaces de vivir más población con menos cantidad, manteniendo o mejorando los servicios que presta el agua ¿Cómo es posible esto? Con la colaboración y el buen trabajo de todos: la buena gestión (mejorable pero buena) de la empresa (Emasesa), avances tecnológicos (fontanería, medición, electrodomésticos, etcétera) y, sobre todo, por el buen comportamiento de la mayoría de la población de la ciudad.
Cabría esperar que la empresa del agua y los ayuntamientos a los que pertenece estuvieran dando a conocer estos datos, que no son extraños (todas las grandes ciudades del mundo desarrollado consumen menos agua que hace 30 años) pero que destacan y son mejores que la media de otras ciudades a escala internacional. Por eso extraña que los responsables de nuestra empresa ignoren su propio buen trabajo, y sobre todo desvaloricen uno de los avances más significativos en la línea del desarrollo sostenible que se ha producido en esta ciudad, clave en una perspectiva de adaptación al cambio climático.
Una y otra vez, desde la dirección de la empresa aseguran que en Sevilla no hay cortes de agua gracias al embalse de Melonares, y que la diferencia entre la gran sequía de 1991-1995 y la actual es la existencia de este embalse. Parece que no le interesan los datos muy elocuentes que el propio periódico proporciona en la página anterior a sus últimas declaraciones hace unos días. Es cierto que Melonares aporta recursos (34 hm3 al año de regulación garantizada, de acuerdo con su caracterización técnica), pero el recurso producido por el ahorro anual es 78 hm3/año, más del doble.
La clave de la resistencia del sistema de Sevilla es este bajo nivel de la demanda. Si no se hubiera producido esta reducción, con los consumos de 1991, incluso con Melonares ya estaríamos totalmente secos hace 2 ó 3 años. Obviamente todo suma, y ya que existe Melonares, cuya factura con fondos públicos todavía estamos pagando todos los españoles, hay que aprovecharlo. Pero sin negar la partida más alta de la fortaleza del sistema, que es el ahorro, mérito de todos, de la propia empresa y de los ciudadanos. No se entiende por qué ignorarlo.
Como conoce cualquier buen gestor del agua, el recurso más seguro y el agua más barata es la que no se consume. Los embalses, los acuíferos, la reutilización o la desalación de la que tanto se habla actualmente, son herramientas que aportan recursos disponibles. Pero lo que proporciona la mayor resistencia es gastar menos, consumir menos, no tener que pensar tanto en producir nuevos recursos cada vez más costosos como directamente necesitarlos menos, sin merma del bienestar y las satisfacción de las necesidades ciudadanas.
Claro, que estos datos plantean algunos problemas: una empresa cuyos usuarios consumen menos, vende menos, factura menos, mientras que sus gastos fijos no disminuyen en la misma proporción. Y además, en el caso del abastecimiento de agua, esa empresa tiene la obligación de promover la reducción de consumo. Esta paradoja es una de las razones que justifican, o hacen necesario, que los operadores del servicio de agua sean empresas públicas bien gestionadas. El agua es un recurso natural escaso, un bien imprescindible, insustituible, un monopolio físico, es diferente a otros productos que puedes elegir consumir o no, optar por una empresa u otra.
El agua es un derecho humano básico que requiere una gestión pública trasparente y lo más cercana al ciudadano posible. Y eso empieza por reconocer lo más importante (¡ojo, no lo único!), que ha hecho esta ciudad en el tema del agua: reducir su consumo casi a la mitad de lo que consumía hace tres décadas.
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