La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
La tribuna
Era 1917, año de ecos revolucionarios que llegaban de Rusia en plena Gran Guerra. Año de crisis en España que acababa con el sosiego zarzuelero de la Regencia e iniciaba la agonía de la Restauración con la primera estación del vía crucis de la Monarquía alfonsina, que finalizará en 1931. Año en el que estaba todo a punto para recibir la buena nueva ultraísta de la mano del trío de la modernidad (Ramón-Cansinos Assens-Guillermo de Torre) traída por los Delaunay, cuando el empresario ilustrado Nicolás María Urgoiti, combinación del ilustrado Cabarrús y del progresista Álvarez Mendizábal, funda El Sol, una de las empresas periodísticas de referencia en España. En este periódico se acomodó lo más granado del reformismo, como los jóvenes escritores de la Generación del 14, más críticos con el sistema que sus maestros del 98, con Ortega y Gasset a la cabeza. Un periódico en el que, según Josep Pla, se publicaba la mejor literatura del momento y al que se incorporó el dibujante Luis Bagaría, sin dejar su colaboración en la revista España de Luis Araquistáin, otra publicación de referencia cuyas cubiertas semanales, además de ser un editorial dibujado, son de lo mejor de su obra.
A Luis Bagaría se le puede incluir entre los intelectuales de la España del nuevo siglo XX, situado entre las dos generaciones culturales que marcan la Edad de Plata: la del 98 y la del 14, pero aunando el espíritu y el reformismo de una y otra. Su obra gráfica, siempre respondiendo a un contenido político y periodístico, está cerca de la realizada en la literatura por los jóvenes escritores críticos con la sociedad de la Restauración como Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Manuel Azaña o Luis Araquistáin, pero aun más de los sénior del 98 como Unamuno o del Valle-Inclán de las novelas de El Ruedo Ibérico y de obras de teatro como Martes de Carnaval. Y es que en las caricaturas bagarianas el esperpento se insinúa, sobre todo en las que forman su bestiario político en las que muestra su visión de la vida nacional y su antimilitarismo, en las que la pluma se convierte en bisturí y el arte en artículo político. No es de extrañar que en los dibujos de Bagaría publicados en El Sol o en España se detecten los rasgos del primer periodismo gráfico, renovador e irreverente, aparecido durante el Sexenio en decenas de publicaciones efímeras, de ilustraciones coloridas y opciones políticas encontradas como La Gorda, La Flaca o El Loro.
La formación artística de Bagaría se forja en el ambiente finisecular de Els Quatre Gats barcelonés, moldeándose en un modernismo que, a pesar de no abandonarle nunca del todo, simplificará con un dibujo lineal, sencillo, muy noucentista y apropiado para la ilustración periodística. La modernidad de sus obras vendrá de la mano de la limpieza del dibujo y de la ausencia de exageraciones en sus caricaturas, más cercanas a la esencia del retratado que a los defectos, aunque las que forman su bestiario a Azorín le recordaban a El Bosco, lo cual no está mal traído. El de Bagaría es un estilo cercano a la llamada línea clara de la escuela de Bruselas, un lenguaje que estaba en el ambiente y que surge de las aportaciones del neoclasicismo del "retorno al orden" impulsado por Jean Cocteau y el Picasso más ingresiano, luego consagrado en 1929 con la aparición del belga Tintín, el imperecedero personaje de Hergé. Se trata de un dibujo plano, limpio, sin sombras, que aquí compartieron dibujantes como Apa, Sancha, Castelao o Aníbal Tejada.
Lo fundamental del trabajo periodístico de Bagaría en El Sol, aquel que en el dibujo despliega la crítica y resume la actualidad, está dedicado a la vida política y lo desarrolla por medio de la caricatura de los acontecimientos y de los retratos de personajes del momento, desde Azorín a Unamuno, pasando por Picasso, Zuloaga o el dictador Primo de Rivera, su bestia negra. Esta actividad de periodista e ilustrador cede a partir de 1927 cuando la censura le obligó a abandonar sus viñetas dedicadas a comentar la actualidad, convertidas en tribuna gráfica, poniendo fin a unos años de periodismo gráfico inigualable. Desde 1914 a 1917, con sus portadas de la revista España, y hasta 1931, en su cita diaria en las primeras páginas de El Sol, donde según Azorín no pintaba las cosas sino el contenido de las cosas, Bagaría practicó un modelo de periodismo ilustrado al recoger en sus dibujos y en la creación de personajes como Juan Español, los acontecimientos del periodo crucial que fue la crisis de la monarquía de Alfonso XIII y la Dictadura. Luego, con la República, aunque siguió publicando, tanto su época como la de El Sol, en realidad había pasado. Después, los horrores de la Guerra Civil le llevaron a un temprano exilio que acabó en La Habana, dónde murió al poco de llegar hace ahora ochenta años.
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