Alfonso Lazo

Mitos y mitómanos

La tribuna

Hoy en España estamos frente a una planificada demolición de lo español a cargo de enanos intelectuales, felones y mitómanos

Mitos y mitómanos
Mitos y mitómanos / Rosell

04 de junio 2024 - 01:00

Allá por los años veinte del siglo pasado Alfredd de Loisy, erudito historiador de las religiones, sostenía que primero fueron los ritos y después los mitos que venían a explicarlos. Osea, en la protohistoria existieron ceremonías, costumbres, actitudes y cultos para ponerse en contacto con la Deidad y que, más tarde, poetas como Homero o Hesiódo cantaron en forma de relatos mitológicos. Platón desconfiaba de los aedos pues con sus historietas inventadas ocultaban la verdad sobre el pasado de la polis. Hoy, ese ocultamiento mentiroso es obra de los políticos nacionalistas.

Eugenio d’Ors distinguía siempre entre lo clásico y lo barroco, entre la claridad de Apolo y la oscuridad del romanticismo, entre el imperio unificador y civilizatorio y la aldea de leñadores que nunca salían del bosque. Suele sostenerse que de la Ilustración del XVIII nacieron en el siglo XX dos culturas monstruosas: el comunismo y el fascismo. Es un error. Sin duda el comunismo hunde sus raíces en la Ilustración: materialismo, racionalidad, espíritu matemático, ateísmo militante, veneración de la Historia y de sus leyes supuestamente implacables. Por el contrario, nada tienen que ver los fascismos con la mentalidad ilustrada y sí mucho que ver con el sentimentalismo romántico: veneración por los mitos, la violencia, la guerra y la política entendida como belleza, el valor de la muerte heróica frente a la mediocridad y fealdad del “politiqueo” de la democracia y el pacifismo. Nada tan romántico como el himno de las SS alemanas, el Cara al sol de la Falange o Els Segadors de los separatistas catalanes; cantos a la tierra, a la sangre, a un morir que no es el final; Goebbels describía al nazismo como “el romanticismo de acero del siglo XX”. Los destructivos nacionalismos del siglo XXI son sus herederos. Pero ¿qué es una nación?.

Para la corriente nacionalista germana, surgida en pleno romanticismo del XIX, y que hoy pretenden resucitar los separatismos catalán, vasco, gallego, corso, escocés, canadiense y tantos otros nacionalismos de pitiminí; para toda esta secesión romántica la nación viene dada por una misma raza (la etnia, la sangre, los genes), una misma religión y una misma lengua; y si no se encuentran tales indentidades los inventores contemporáneos de mitos, los mitómanos, se las inventan. De aquí, por ejemplo, la especial protección y privilegios de la que gozaron durante el Tercer Reich historiadores y antropólogos poco escrupulosos; de aquí, asimismo, los disparates de ciertos arqueólogos vascos o incluso seudohistoriadores andalucistas que escriben sobre una Andalucía geológica o sobre un Aljarafe bajo cuyo suelo se encontrarían los restos de la mítica Atlántica. Y no obstante todo lo cual, sí existen naciones de una precisa y clara definición: la definición de Ortega de la patria como “proyecto sugestivo de vida en común”.

Hoy, desaparecida la religión como fuerza unificadora su lugar está ocupado por supersticciones tribiales, y a falta de cualquier proyecto sugestivo de vida en común el sitio lo ocupan los mitos inventados de los que abobinaba Platón, aunque ahora sin la súblime grandeza de una Ilíada. Ocurre con la UE: carente de una religión viva, de una lengua común y de una misma etnia se hace imposible lo que podríamos llamar un nacionalismo europeo de corte romántico. Sí cabrían metas atrayentes al modo de las que existieron en siglos pasados y que movilizaron a muchedumbres, así el concepto de Cristiandad ante el Islam; y, va de suyo, que no estoy proponiendo resucitar las cruzadas medievales, solo buscando cuál pueda ser en nuestra época un futuro atrayente para Europa.

No se trata de tener un plan político concreto y burocrático sobre lo que debe ser una organización común europea, se trata de que un proyecto unitario despierte el entusiasmo de los pueblos de Europa; ya lo tuvo el general de Gaulle cuando soñaba unos países unidos desde Portugal a los Urales, y más cerca de nosotros el presidente Sarkozy invocando la Europa de las catedrales y la Ilustración. España tuvo sus grandes objetivos a lo largo de la Historia: la Reconquista, el Imperio donde no se ponía el sol, América y la tarea civilizadora de los españoles, la guerra de la independencia contra el francés...

Pero no vale soñar. Hoy en España estamos frente a una planificada demolición de lo español a cargo de enanos intelectuales, felones y mitómanos. Sólo nos queda resistir desde la emboscadura, si preciso fuera.

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