Juan Antonio Pavón Losada

Por qué no hay que rescatar el turismo, y sí reconstruirlo

Coronavirus Sevilla

El autor cree que hay que aprovechar la “triste oportunidad” del Covid-19 para transformar el turismo como fuente de estabilidad

Por qué no hay que rescatar el turismo, y sí reconstruirlo
Por qué no hay que rescatar el turismo, y sí reconstruirlo

30 de abril 2020 - 17:20

Qué es el turismo sino un gigante con pies de barro que va a mantener parado 9, 10 o 11 meses el 12 o el 14% del PIB? Todos los que viven de esto van a tener que endeudarse para sobrevivir, empresarios y trabajadores. Los que no transformarán los ERTE en ERE y cerrarán la persiana y el coste de esto irá al dinero de todos.

"Hay que evitar el modelo de explotación de tapa y sangría, de chanclas y calcetines"

A estas alturas de la película queda claro que el turismo no era la solución a todos los problemas del mundo. Frente e a la industria, no es tan resiliente a las crisis, no genera riqueza ni da tanto trabajo. Eso sí, a nivel político y empresarial, te llevas tu dinero y tus votos sin meterte en problemas de reconversiones, industrias obsoletas, modernizaciones, I+D, mano de obra cualificada, sindicatos, huelgas y derechos laborales…. El turismo vende patria y te permite fomentar la cultura del pelotazo constructivo, y además multiplica por 1.000 el rédito político cortoplacista que da proveer trabajos malos a gente que los necesita frente al industrial. Para qué dar un ingreso mínimo vital si los puedes explotar por el mismo dinero y te van a dar las gracias igual.

Todo esto, quién nos lo iba a decir, ha acabado provocando una dramática precarización del tejido económico nacional y una “drogodependencia” del turismo. Y es que el turismo ha acabado por convertirse en un factor transversal en nuestra forma de entender las ciudades, los alquileres, los precios del ocio, los negocios e incluso define de hace tiempo la propia imagen de los territorios y quienes lo habitan. De hecho, el principal problema que enfrentamos ahora es cómo volver a la “nueva normalidad” encajando el turismo en el nuevo puzzle que se montará después del Covid-19.

Cero, sin materia prima. No turistas internacionales, en 2020. El motor parado, el sector arrasado hasta sus cimientos. ¡La imagen del país…! En estas condiciones, ¿quién no rescataría a este pobre moribundo, para convertirlo en el alegre y fuerte jovenzuelo lleno de vigor que era antes?

Las consecuencias de la crisis repitiendo el modelo actual

No se le escapa a nadie, que esto es una crisis sin precedentes que provocará un síndrome de abstinencia duro. Y que en cuestión de días todo el sector turístico estará pidiendo rescates para proteger los beneficios de sus empresas, y es un error que no nos podemos permitir.

Dirán que lo hacen para salvar puestos de trabajo, que sin turismo todos seremos más pobres, que la imagen de España caerá en picado y los políticos estarán muy tentados a salvarles para que la creación de empleo (del malo) les permita salir en la foto.

A nivel de ciudades, el impuesto por pernoctación es una batalla perdida, porque sin turistas no se recaudará nada, y ni los propios empresarios turísticos pasan por alto que un aumento de los precios en los recintos hoteleros debido al aumento de costes, y al descenso de plazas, hará que cuando abran las fronteras dentro de un año vengan a las viviendas particulares en forma de Airbnb, con todo lo que implica a nivel sanitario, especulativo y gentrificador. No retiene talento, y fomenta que los jóvenes sin oportunidades tengan que emigrar. El turismo, de nuevo, como un depredador que destruye nuestra forma de vivir, nuestra manera de generar riqueza, y nuestro futuro.

Todo aderezado con las lascivas ganas que tienen los que les gusta especular con viviendas de seguir viviendo de las rentas sin dar un palo al agua. Una falta acuciante de interlocutores institucionales en este sector, que aunque trasversal, necesita medidas particulares.

Reconstruir en lugar de rescatar

Sin embargo, una enfermedad mayor como es el Covid-19, da una segunda oportunidad de enmendar nuestras políticas económicas y darnos cuenta de que no se puede seguir por este camino. Que es hora, y se dan las condiciones, para incentivar a los políticos a hacer las cosas bien. El decrecimiento turístico ya era necesario antes, pero ahora es una prioridad absoluta.

Sin lugar a dudas, es un momento inteligente para poner este asunto sobre la mesa. Sin esta transformación no habrá ni Green New Deal, ni Smart Cities, ni sostenibilidad, ni leche migá, y sí muchos pobres más. De esto es consciente hoy en día hasta el propio sector turístico, que ya habla con la boca pequeña de una necesaria evolución. Algunas medidas para la reconstrucción de la zona cero turística para el bien común:

1) Vincular ayudas a la sostenibilidad: Lo primero y más necesario es que las seguras ayudas e inyecciones de dinero público no vayan –como siempre– a proteger el beneficio ilimitado de las corporaciones, sino que sería perentorio que estas ayudas fueran vinculadas a la necesidad de aportar estabilidad y resiliencia al sector, a sus trabajadores, y por ende al país. Trabajadores que son con sus rentas los que de verdad aportan riqueza al territorio, y no los beneficios millonarios de empresas que no pagan sus impuestos en él. Pero eso es para otro capítulo.

2) Aprovechar el momento para regular y proteger el acceso a las viviendas y los alquileres. Los pisos compartidos serán otra fuente de contagios, y todos sabemos en las condiciones que viven millones de personas en este país. De igual manera, para proteger los beneficios del sector hotelero, habría que restringir el uso de viviendas residenciales al alquiler turístico. Por esto, y por proteger los barrios ya muy castigados, es necesaria la limitación de plazas a través de prohibir Airbnb, que habilite el parque de viviendas del mercado residencial, y punto. Desincentivando así otra de las grandes lacras de este país que es la especulación inmobiliaria.

3) No caer en la tentación del ladrillo. Hay cuatro millones de casas vacías y un millón disponibles en plataformas como Airbnb o Booking. Esto sólo favorecería la especulación y la evasión de capitales. Para proteger sus propios negocios, sería bueno limitar la construcción de hoteles por la ausencia de materia prima turística en los próximos 10-12 meses.

4) Evitar el modelo de explotación del extranjero de tapa y sangría, de chanclas y calcetines, y redireccionar la promoción turística hacia el turismo de proximidad. El único que estará disponible, con suerte, de aquí a aproximadamente un año.

5) Sensibilidad para la reconstrucción. Sin ninguna duda, habría que aprender de lecciones del pasado y proponer medidas de una manera didáctica y pedagógica para evitar hacer sufrir las consecuencias de esta reconstrucción recaiga en la mano de obra poco cualificada, que además de tener una más difícil adaptación a otros sectores es la que menos recursos tiene.

En definitiva, y temiendo repetirme, sería bueno aprovechar la triste oportunidad que el Covid-19 nos ha dado para transformar el turismo como fuente de estabilidad y no, como hasta ahora, permitir un rescate que ahonde en el turismo como elemento destructor de las formas de vida locales, precarizador y empobrecedor. No se pueden tener unas ciudades prósperas, sostenibles, modernas y resilientes si volvemos al modelo anterior. Hay que dejar morir el sector turístico como lo conocemos para reconstruirlo de una manera mejor.

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