José Antonio González Alcantud

Infantilismo e investigación en España

La tribuna

Infantilismo e investigación en España
Infantilismo e investigación en España

23 de junio 2020 - 02:30

La relación de la infancia con la historia la trazó el historiador Philippe Ariès hace varios decenios. Según Ariès, en la Antiguo Régimen la sociedad tenía una percepción de la infancia muy diferente de la centralidad que le proporcionamos hoy, ya que entonces el niño falto de atenciones, a la deriva, era portador esencial de la lucha por la vida. El filósofo Giorgio Agamben, en Infanzia e Storia, aborda el asunto desde un punto de vista diferente, al asomarse a la experiencia humana en los primeros estadios de la existencia. El hombre, según Agamben, va realizando un methodos, una vía científica, que supone la exclusión de la aventura que encarna la infancia. Gran error, puesto que la exclusión de lo aleatorio, de la aventura, de lo extraordinario y de lo extraño, es contrario a la razón práctica.

En los últimos decenios España ha hecho un esfuerzo por entrar en un circuito normalizado de investigación, liderado por los países más avanzados tecnológicamente, que han impuesto por la fuerza de los hechos su sistema de validación científica. Sobre todo, en las ciencias axiomáticas, basadas en principios inamovibles para cuya conquista hace falta un gran esfuerzo colectivo. La comunidad científica utilizando como esperanto la telegráfica lengua inglesa, y unos instrumentos de validación basados en axiomas o principios firmemente asentados, ha sido la estrella. Al intentar normalizar la relación científica con el resto del mundo, nuestros dirigentes iniciaron hace ya varias décadas un largo camino hacia el methodos. Ningún país como este probablemente haya sido tan generoso en un corto espacio de tiempo en poner en el mundo tantos investigadores jóvenes. Hasta tal punto que llegado un momento no pudo o quiso asimilarlos al sistema universitario e investigador, y los dejó al albur. Los jóvenes científicos enviados a aprender al exterior fueron succionados por laboratorios de investigación más poderosos. Succión del pensamiento que ha dado grandes resultados tradicionalmente en las grandes universidades americanas. De esta forma, Francisco Márquez Villanueva, sevillano que ejerció de profesor en Harvard, me señalaba hace años que era fácil en su universidad darle un pisotón a un Nobel, de las varias decenas que había allá. El sistema español anclado en viejos cacicazgos académicos ha impedido la libre concurrencia del mérito, y sacar provecho al esfuerzo realizado.

A la par se hacía un movimiento ficcional creando agencias, dependientes de índices angloparlantes, en lugar de liderar, con instituciones propias, el mundo de habla hispana, donde existen universidades mejor consideradas que las españolas. Se han pagado cantidades ingentes a agencias privadas extranjeras para lograr un reconocimiento que no llega más que como sometimiento. Hoy, el resultado cuanto menos comienza a ser discutible, y muchos investigadores lo ven como un auténtico escándalo. Se trata de una enorme maquinaria de corrupción académica, que está produciendo un simulacro subalterno de conocimiento. Simulacro, porque no responde a una ciencia de base, y subalterno, porque está dependiente de las instrucciones de las agencias externas, cuyos métodos y criterios no son trasparentes. Desde luego, en nuestros lares no sería posible realizar lo que ya están haciendo las grandes universidades americanas: expulsar a las agencias evaluadoras privadas por abusos.

Si esto ocurre en las ciencias físicas, en el campo de las Humanidades el panorama no ha hecho más que empeorar. Al no ser en su mayor parte las Humanidades disciplinas con axiomas inamovibles, sino que están basadas en la crítica permanente, el genio, en el sentido romántico del término, aún cuenta. La búsqueda de originalidad argumental, de creatividad artística y literaria, y sobre todo la aventura funciona como motor del conocimiento humanístico. En virtud de ello han sido laminadas por el methodos.

Todo esto nos lleva a pensar que se ha producido una infantilización de la investigación en España. Ya no se trata sólo de que no se invierta en ellas y o de que cada día sea más marginales las Humanidades en relación a las ciencias axiomáticas, sino de que los criterios que se usan para ambos campos parecen sacados de una clase de primaria: método, objetivos, ítems, cronogramas, resultados, beneficios… Evidentemente no importan criterios antiguos como prestigio, resultados previos, calidad real de las investigaciones, etc. Se ha optado por un methodos donde es sumamente fácil impostar la realidad. Se trata de proponérselo, simplemente, o de pagarlo a alguna empresa de enmascaramiento, que ya existen. El resultado es la falta de calidad ostensible de la investigación que sigue pautas infantilizadas, que suelen ser experimentos sin fin, sólo para mantener la maquinaria engrasada.

Para concluir: si la crisis del 2008 mostró el fracaso de una disciplina como la ciencia económica para vislumbrar el futuro, la pandemia del 2020 ha mostrado el nivel discutible de las ciencias axiomáticas en general, tendiendo que recurrir a veces a remedios medievales como el confinamiento, y a cócteles de fármacos, como en los tiempos de alquimia, administrados a veces sin más criterio que ver qué ocurre. Exactamente, como en la Edad Media, pero sin humanismos que valgan. Craso error que ya estamos pagando.

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