La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
La tribuna
La Formación Profesional (FP) está de moda. Hace unas semanas el Ministerio de Educación y Formación Profesional presentó un anteproyecto de ley orgánica que trata específicamente de su ordenación e integración, destacando la importancia que el Gobierno le concede. Casi al mismo tiempo se hacía público un estudio del Grupo Adecco en el que se informaba de que por primera vez, en 2018, las ofertas de empleo que requieren un título de FP superaban a las que demandaban un título universitario. En los últimos diez años la matrícula de FP en Andalucía ha crecido de forma espectacular. Mientras que en los ciclos de grado medio el incremento fue del 17,5%, en los de grado superior fue del 64%, al tiempo que en ese mismo período se reducía el número de alumnos y alumnas que se matriculaban en el bachillerato.
Sin embargo, a pesar del estirón, resulta que los estudiantes que terminan la ESO optan mayoritariamente por matricularse en Bachillerato y no en un grado medio de FP, y los que terminan el bachillerato se deciden más bien por un grado universitario y no por un grado superior de FP. La Cámara de Comercio de Sevilla parecía lamentarse de ello cuando daba a conocer los resultados de una encuesta publicados en este diario, según la cual la mayoría de los jóvenes (casi el 76%) que terminan el bachillerato se inclinan por estudios universitarios. No es la única institución que se lamenta; desde distintas instancias se emiten pronunciamientos en favor de la FP, deseando que las cosas fueran de otra manera y advirtiendo de un desajuste entre el sistema educativo y el mercado laboral. Pero la realidad es la que es y no cambia solamente con desearlo.
Al margen de la impronta de distinción que la tradición confiere a sus títulos, el atractivo de los grados universitarios radica es que tienen mayor proyección en el desarrollo de la vida profesional y ofrecen la posibilidad de alcanzar un estatus y salarios más altos que con los estudios de FP. Desde luego hay que dedicar más tiempo y estar en condiciones de retrasar en varios años la incorporación al mercado laboral. Es decir, hay que invertir más recursos, pero, en caso de éxito, la apuesta por un grado universitario ofrece un premio mayor. No obstante, el índice de fracaso es elevado pues para lograr el ansiado puesto no basta con el título, hace falta algo de suerte y, sobre todo, disponer de contactos. Además, resulta que la demanda de mano de obra altamente cualificada tiende a reducirse, de manera que, junto a cierta frustración personal, el exceso de titulados universitarios ha conducido a que España sea el país de la UE con un mayor porcentaje de sobrecualificación profesional, es decir, muchos empleados desempeñan puestos para los que no es necesaria la formación que tienen, con menos sería suficiente. Lo que, evidentemente, se traduce en salarios y estatus muy por debajo de lo que se esperaba.
Así que a la vista de que los estudios universitarios no siempre dan lo que prometen, son cada vez más los que piensan que no merece la pena el esfuerzo y el tiempo que requieren. Al fin y al cabo el principal atractivo de la FP es que en menos tiempo puede facilitar a los jóvenes su acceso al mundo del trabajo en condiciones si no iguales, muy parecidas en la práctica. De esta manera se explicaría el incremento de la tasa de escolarización en FP o que incluso sean muchos los que después de obtener el título universitario cursan algún ciclo superior de FP con el fin de mejorar su empleabilidad.
La FP está de moda y crece de manera exponencial, pero su matrícula sigue estando muy lejos de la de los que se deciden por el grado universitario, quizás porque en Andalucía el caldo de cultivo no es suficientemente propicio. Como se ha dicho, está creciendo la oferta de trabajo para titulados en FP, pero resulta que el 60% de esa oferta se concentra en Cataluña, Madrid y País Vasco, mientras que en Andalucía estamos en porcentajes muy inferiores al de esos territorios. Además, según la última encuesta de transición educativa e inserción laboral publicada por el INE, Andalucía se sitúa en los últimos lugares de la tasa de empleo tanto de titulados en ciclos de grado superior (sólo por delante de Canarias, Melilla y Ceuta), como en ciclos de grado medio (sólo por delante de Murcia y Ceuta).
La realidad es que buena parte de la estructura del sistema productivo andaluz quizás se sustente en actividades que generan poco valor añadido y no produce una oferta significativa de puestos de trabajo que requieran mayor cualificación profesional. Desajuste entre sistema educativo y mercado laboral parece que sí, pero ¿no será que la economía andaluza no tiene capacidad de absorber toda la oferta de mano de obra cualificada?
También te puede interesar