La tribuna
Muface no tiene quien le escriba
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Manuel Hedilla Larrey fue juzgado, condenado y encarcelado en plena guerra civil por el aparato político-militar encabezado por el general Franco. Según la vigente Ley de Memoria Democrática, reuniría criterios para ser considerado víctima del franquismo, pero, paradójicamente, siete décadas más tarde, Baltasar Garzón lo incluyó entre los investigados en la efímera causa que abrió –y cerró– contra el franquismo.
Hedilla fue elegido en 1937 líder de Falange, sucediendo a José Antonio Primo de Rivera, fusilado en 1936. Duró un suspiro en el puesto: al día siguiente, Franco dictó el llamado Decreto de Unificación, por el que desaparecían todos los partidos de la zona nacional, fusionados en una única organización, de la que se autoproclamó jefe y a la que bautizó con el kilométrico nombre de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (“y de los Grandes Expresos Europeos”, añadía con sorna el ocurrente escritor Agustín de Foxá).
Hedilla discrepaba de tal decisión, que en la práctica supuso el fin de la autonomía y la identidad de la Falange fundacional y el completo monopolio del poder político –y no sólo militar– por parte de Franco. Esa disconformidad, compartida por dirigentes carlistas, se plasmó en un gesto: declinar el cargo de vocal de la Junta Política para el que había sido designado. La consecuencia inmediata fue su detención y enjuiciamiento, en una época en la que las garantías jurídicas brillaban por su ausencia, desde los tribunales populares de la zona republicana –formados por comisarios políticos– hasta los consejos de guerra sumarísimos del bando sublevado.
Hedilla resultó condenado a muerte por un delito de rebelión. Atendiendo varias peticiones y, posiblemente, por cálculo político, Franco conmutó la pena capital, pero lo mantuvo encarcelado cuatro años en Las Palmas –donde compartió prisión y trabó amistad con militantes del PNV– y luego confinado seis años más en Palma de Mallorca.
En 1968 Hedilla fundó el Frente Nacional de Alianza Libre (FNAL), una especie de aggiornamento de los ideales joseantonianos. Murió en 1970, sin llegar a vivir la transición política.
Su hijo, el abogado Miguel Hedilla de Rojas, acaba de publicar en la editorial Almuzara un libro que, en opinión del historiador e hispanista Stanley Payne, constituye “una contribución fundamental al estudio de la Falange y de la figura de Manuel Hedilla”. La tesis central de la obra es que Falange, con Hedilla al frente de su junta de mando provisional, vertebró una potente estructura, con 40.000 efectivos en el frente, academias de milicias, la labor asistencial de Auxilio Social, periódicos propios e incluso un Servicio Exterior en un momento en el que el aparato diplomático seguía mayoritariamente fiel a la República. El tono obrerista de su discurso y la exigencia de cese de la represión en la retaguardia tampoco ayudaron. Franco percibió la situación como un peligro e, Inspirado por el Cuñadísimo Serrano Suñer, integró todas las fuerzas políticas de la zona nacional en un partido único bajo su control.
En el año 2008, Garzón abrió la causa por los crímenes del franquismo e incluyó el nombre de Manuel Hedilla Larrea (sic) entre los presuntos responsables, obviando que, a pesar de la publicación de su nombramiento en el BOE, nunca llegó a aceptar ni ejercer el cargo que Franco le asignó. Luego, tras consultar el Registro Civil, Garzón declaró “extinguida la responsabilidad penal por fallecimiento” de Francisco Franco y otras cuatro decenas de personas y archivó la causa. Obviamente, el ex juez estrella no desconocía previamente la muerte del dictador ni pretendía realmente investigar delitos, tan solo alimentar su imagen internacional –iniciada con el caso Pinochet– de adalid de la justicia universal.
El próximo jueves 21, a las 19:30, se presentará en la Librería Verbo de Sevilla Manuel Hedilla, el falangista que dijo no a Franco. El periodista Luis Sánchez-Moliní, que en estas páginas nos da a conocer personalidades de las más variadas ideologías y dedicaciones en sus magníficas entrevistas, el escritor Antonio Rivero Taravillo, que en su obra también ha buceado en muy diversos nombres de la historia y la literatura, y el responsable de comunicación de Almuzara, José M. Arévalo, conversarán con el autor sobre tan atípica figura política y humana y sobre el libro que rescata algunos de sus aspectos más desconocidos.
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