La tribuna
No es arte, es violación
La tribuna
Hacer balance del trabajo del año Covid, anómalo donde los haya, nos permite valorar y confrontar no solo la cantidad, sino también su calidez. Ese trabajo de la comunidad eclesial, en su acción caritativa y social y, por tanto, expresión externa de las entrañas misma de la Iglesia.
Y sólo podemos hacerlo desde el encuentro con Dios, que nos faculta para amar. Sin amor, nuestro servicio sería frío, sin alma y estaríamos faltos de impulso, entrega, constancia, paciencia, ternura y generosidad, y así caer en un materialismo y pragmatismo impropio.
Esos espacios de exclusión y marginación donde trabajamos, donde se hacen presentes, significativa y masivamente los infiernos humanos: delincuencia, enfermedad, malnutrición, mal trato, adicciones y, como dice F. Maya, "está la misión de Cáritas: bajar a los infiernos desde el amor y la gratuidad para desde allí iniciar todo un proceso de reconstrucción de las personas y sanación de las heridas; y desde ese lugar teológico en el que se encuentran los empobrecidos, poder articular nuevos modelos de vida y de organización social, que los libere y los salve"
De ahí, nuestra opción de servicio: servir al pobre con realismo y utopía, abiertos a la esperanza. Así, "la esperanza cristiana incorpora plenamente la utopía a su ser, ya que es el mismo Espíritu el que alienta el deseo presente de un mundo mejor y el futuro de la planificación de todo, en el Dios de Jesucristo" (Juan Pablo II).
En esa utopía esperanzada, en Cáritas Andalucía, en 2020, hemos acompañado a 113.412 personas en procesos de desarrollo y atención. Esta acción benefició a 273.616 personas, a las que llega la ayuda o la intervención realizada (normalmente, miembros de la unidad familiar de aquellos), lo que ha supuesto un incremento del 27,26%, de personas beneficiadas. Y ha sido posible gracias a la confianza que nos han depositado y que ha supuesto un incremento del 10,6% en nuestros recursos, que nos permite la independencia de acción respecto al tutelaje político, al mantener una proporción del 76% de recursos privados, frente al 24% de públicos.
Lo verdaderamente curioso es que mientras que el conjunto de la población de España se tiene una percepción mayoritaria de que la situación económica por causa del Covid es mala o muy mala (90%), en el caso de la población atendida por Cáritas esta percepción sólo se da en algo más de la mitad (56%), y un 26%, dicen incluso, que es buena, lo que hace más perceptible cómo sobreviven muchas de esas familias.
El número de voluntarios se ha reducido un 16,60% por diversos motivos; principalmente, porque muchos de nuestros voluntarios tienen cierta edad y el Covid también les ha afectado. En cualquier caso, 2020 ha sido un año distinto, un año en el que se han cerrado hasta los templos, pero se abrían las Cáritas. Con caricias, con esfuerzo, con miedos, con ese voluntariado mayor, pero que se reforzó con personas jóvenes en este tiempo. De esta manera hemos seguido caminando hacia el proyecto de Dios en la Historia y así poder intervenir e intentar transformar de manera evangélica la realidad cotidiana mediante una acción consciente, comprometida y transformadora. De ahí el compromiso de ser Pueblo, no individuos o grupos aislados
Esta situación nos hace repensar en cómo debemos trabajar en ese mañana que nos dejará el Covid, ya que, como decía el padre Arrupe, "no es posible resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer". La pandemia ha hecho más visible lo que ocurre cuando dejamos atrás a los más débiles. Para los cristianos, el mundo de los pobres y descartados debe ser nuestra Nueva Galilea.
Debemos visibilizar y dar respuesta a nuevas formas de pobreza, pobrezas que han estado latentes, pero no queríamos ver. Las que señala el Papa en Amoris Leticia 197: "Debemos integrar con mucho amor a las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan contra una adicción, a los solteros, separados, o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos..." Esa cultura de los cuidados, o el nuevo reto que llega: la brecha digital, que deja aún más atrás a las personas que no tienen la posibilidad de disponer de medios y que además excluye a territorios concretos a pesar de tener medios, debido a la escasa cobertura digital de la España vaciada. Que el Señor nos ayude.
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