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Al parecer, el Gobierno y las grandes eléctricas han acordado un cierre graduado de las centrales nucleares en España, con un horizonte para la clausura entorno al año 2035. Teniendo en cuenta que las siete centrales nucleares españolas en funcionamiento terminan su vida útil de 40 años, para lo que fueron diseñadas, entre el 2023, y el 2028, hemos de concluir que las grandes empresas eléctricas se han impuesto una vez más. Será el próximo Gobierno quien tendrá que decidir qué hacer con las centrales nucleares en uso.
Durante las últimas décadas la tecnología nuclear ha desarrollado múltiples mejoras en el diseño y en la seguridad de las centrales. Los reactores, el núcleo principal de una central, han ido evolucionando según las experiencias acumuladas, las nuevas necesidades energéticas y las medidas de seguridad.
Sin embargo, no se han resuelto todos los inconvenientes en cuanto a la materia prima para la obtención de la energía, en cuanto a la confianza y, lo que es aún peor, no tenemos ninguna solución adecuada para los residuos radiactivos.
El problema radica en que el mineral de uranio se encuentra en la naturaleza en cantidades reducidas y tiene que ser enriquecido . Es, por tanto, un recurso no renovable. En España las reservas son insuficientes para las centrales nucleares en funcionamiento, teniéndose que importar materia prima.
En cuanto a la confianza, entra en juego la sociedad del riesgo mundial, que en palabras de Ulrich Beck "hay aspectos sombríos del progreso que demuestran que nos estábamos poniendo en peligro a nosotros mismos"
Tres han sido los accidentes calificados de muy graves: en EEUU, en Harrisburg, estado de Pensilvania, en el año 1979; en Chernobil, hoy Ucrania, siete años después, donde se produjo una explosión con una potencia de casi 300 toneladas de TNT (trinitrotolueno). El polvo radiactivo empezó a expandirse, la nube radiactiva cubrió Escandinavia y afectó a Polonia, Austria, Chequia y Eslovaquia. Es muy probable que las nubes contaminadas volaran por todo el mundo.
El 11 de marzo de 2011 se produjo el accidente nuclear en la central de Fukushima (Japón), el segundo más grave en cuanto al numero de víctimas, con dos particularidades específicas: que se produjo en un país con una potencia tecnológica de primer nivel y que fue debido a un fenómeno externo a la central. Lo primero muestra una nueva dimensión de la seguridad nuclear. Es imposible prever todo lo que pueda llegar a ocurrir en las cercanías de las centrales. Lo segundo es revelador. Ni siquiera un país como Japón puede evitar un accidente como éste
Fukushima volvió a recordar al mundo algo que éste parecía haber olvidado: la energía nuclear es peligrosa. Que por muchas precauciones que se tomen no se puede prever todo y cuando menos te lo esperas ocurre un accidente.
Otro asunto sobre el que pesa una gran incógnita son los residuos radiactivos de alta actividad que generan las centrales nucleares, cuya vida radiactiva es de tal alcance que hace muy difícil su control. Un problema hoy, que lo seguirá siendo en el futuro. Estos productos que se generan como consecuencia de la fisión de la materia prima utilizada, serán tóxicos durante cientos de miles de años. Hasta el momento, ninguna tecnología ha sabido encontrar una solución satisfactoria, teniendo que convivir con un riesgo que prácticamente durará una eternidad.
En España se generan unas 230 toneladas de residuos de alta actividad al año. Existe el compromiso por parte del Gobierno de encontrar un lugar donde almacenarlo, pero por ahora se ha ido demorando la resolución sobre la ubicación definitiva para guardar estos residuos, dado que cualquier propósito de fijar dicho emplazamiento se ha topado siempre con una resistente oposición popular. La UE, no obstante, fijó la fecha de 2008 para que sus miembros aprobraran una decisión sobre la gestión de estos residuos.
En nuestro país, las centrales nucleares están construyendo habitáculos para su posterior traslado al espacio definitivo. El paraje elegido fue el pueblo de Villar de Cañas (Cuenca), un proceso que estimuló el Gobierno de Rodriguez Zapatero, que no llegó a escoger ubicación y sí lo hizo el de Rajoy en el año 2015. El coste previsto es de 1.000 millones de euros. Han transcurridos los años y el proceso no se ha podido culminar.
El Ministerio dirigido por Teresa Ribero ha suspendido la tramitación del Almacén Temporal Centralizado hasta que se acuerde el cierre definitivo de las centrales. Tengamos en cuenta que el plan general de residuos radiactivos vigente fue aprobado en 2006 y no ha sido actualizado.
Lo que sabemos hasta el momento es que las 10 centrales nucleares en funcionamiento en España han logrado un pacto con las autoridades para ampliar su vida útil, por lo que los problemas de los residuos a resolver, será aún mayor. Tengamos en cuenta que le estamos pagando actualmente a Francia 74.603,14 euros diarios por guardar los residuos nucleares generados por la custodia de los residuos procedentes del desmantelamiento de la central de Vandellós I. Sería bueno que el cierre de las centrales y el almacenamiento de los residuos que generan fuera un tema al que le prestaran atención los partidos políticos en la campaña electoral.
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