Editorial
Se trata de Andalucía
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El cambio de liderazgo en el PSOE de Andalucía va a marcar el inicio de una nueva etapa en una política regional que ha estado marcada en los últimos años por el dominio absoluto del PP frente a una oposición socialista desarticulada y casi irrelevante. Pero se equivocarán María Jesús Montero y Juanma Moreno si esta nueva situación se traduce en el traslado a Andalucía del clima de crispación y polarización que se vive en la esfera nacional, donde el diálogo ordenado parece un imposible y los improperios están a la orden del día. Se abre ahora la vía para que los andaluces puedan conocer y discutir planteamientos sobre temas que afectan de una forma directa a su calidad de vida y a sus expectativas de futuro. Cuestiones como la financiación, la quiebra de la cohesión nacional o la situación de la sanidad pública son de una importancia indudable y tienen que ser sacadas del debate grueso que sólo busca titulares y golpes de efecto. Hasta ahora Andalucía ha sido un modelo de estabilidad en ese sentido gracias al talante moderado de Juanma Moreno y a que el PSOE no ha jugado al enfrentamiento marrullero. Las formas no se han perdido y eso es un valor que hay que destacar y elogiar. Es lógico que cuando las elecciones de 2026 empiezan a verse en el horizonte y ha desembarcado una nueva dirigente, que tiene una difícil labor por delante, el tono suba algunos grados. María Jesús Montero llega para agitar unas aguas que llevaban tiempo estancadas, pero si algo no necesita Andalucía es caer en la política del barro. Bastante de eso hay ya en España. Se trata de poner por delante los intereses de los andaluces. Así de simple.
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