Editorial
La añoranza del consenso
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El fin de semana ha dejado como imágenes inquietantes y para la reflexión las bullas en todos los centros de las principales ciudades andaluzas. Recién estrenada la tímida relajación de las medidas anti-Covid por parte de la Junta de Andalucía, la reacción de buena parte de al ciudadanía ha sido tomar las calles para salir de compras o, simplemente, dar un paseo para ver los alumbrados navideños o tomar algo. Esto, evidentemente, ha disparado las alarmas entre los que se dedican al combate contra la pandemia del coronavirus, porque si en estos momentos hay algo claro en la comunidad científica es que las aglomeraciones de personas son el caldo idóneo para la propagación del virus. Probablemente, esta relajación de las precauciones frente al virus se deba a dos cuestiones. La primera son los buenos datos sobre la evolución de la segunda oleada de la pandemia en Andalucía, que parece que ha entrado en una fase de retroceso. La segunda es el optimismo generado por las noticias del inicio de las vacunaciones en países como el Reino Unido. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, aunque está más controlada, la pandemia sigue activa. Es más, aún lo estará durante mucho tiempo. También que, en Andalucía, aún no ha comenzado la campaña de vacunación contra el Covid, por lo que sentirse completamente a salvo es una manera burda e infantil de autoengañarse. Probablemente, con actitudes colectivas como la de este fin de semana lo que estamos haciendo es sentar las bases para una tercera oleada de la pandemia, cuyos efectos tanto en la salud pública como en la economía podrían ser desastrosos. En general, asistimos a una doble irresponsabilidad de los ciudadanos y de las administraciones. Los primeros, porque no terminamos de comprender lo mucho que nos estamos jugando en estos difíciles meses y somos incapaces de asumir las más nimias renuncias. Las segundas, porque siguen estimulando la afluencia a los centros urbanos con los alumbrados navideños y las programaciones de ocio. Mientras tanto, en Alemania han optado por un confinamiento duro durante todas las Navidades. Las comparaciones son odiosas, pero también inevitables.
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