Trabajaron como españoles, y deben volver como tales

Editorial

Un centenar de traductores y trabajadores afganos que han colaborado con España durante la guerra esperan salir del país para no ser represaliados

14 de agosto 2021 - 01:47

España debe evacuar de Afganistán al personal del este país que ha trabajado con los militares españoles y la Agencia de Cooperación Internacional durante los años que ha durado la guerra en el Estado asiático. En un avance fugaz, los talibanes han tomado ya la mitad de las 34 capitales de provincia del país y todo hace indicar que Kabul caerá bajo su régimen en algo más de un mes. De hecho, Estados Unidos negocia con Turquía para que este país se haga cargo del aeropuerto de Kabul el 31 de agosto, que es cuando los norteamericanos se marcharán. La situación de los intérpretes de los militares españoles, así como la de otros afganos que han colaborado con la agencia de cooperación, es angustiosa porque pueden ser víctimas de represalia por colaboracionistas. De hecho, España ya ha recibido a 40 traductores, pero aún queda un grupo un poco mayor. A ello se une que la Unión Europea ha solicitado a los países miembros que acepten a personal afgano que ha trabajado para la administración europea, porque como no es Estado, Bruselas no puede acogerlos. Parece que no hay problemas, más allá de determinados controles previos, para que España acoja a estas personas, pero urge porque el 31 de agosto todo puede estar perdido en Afganistán. Las conversaciones de paz que Estados Unidos y los talibanes habían mantenido en Doha no eran otra cosa que una demora de lo que ya hoy parece inevitable, que serán estos integristas islámicos los que se hagan con el país, ya que han fracasado los intentos de democratizar la región e institucionalizarla. Han sido 20 años de guerra, durante los que han muerto 102 españoles, pero el escenario es el mismo que el anterior a los atentados del 11-M: un Gobierno en Kabul, débil y apoyado por los señores de la guerra, que termina siendo desplazado por el régimen de los talibanes. La guerra afgana comenzó como una respuesta al cobijo que los talibanes daban a Al Qaeda, pero se intentó institucionalizar la zona con un Gobierno democrático e instituciones normalizadas. No ha sido posible. La sectarización del país y el empuje talibán han propiciado una guerra que, en muchos aspectos, es un conflicto perdido.

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