Editorial
Un año del histórico pacto de Doñana
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Los andaluces decidieron ayer poner fin a un ciclo de 40 años de gobiernos socialistas en la Junta de Andalucía. Aunque el PSOE fue el partido más votado y el que más escaños obtuvo, la suma de los tres partidos que se engloban en el amplio espectro que va del centroderecha a la ultraderecha lograron los apoyos suficientes para gobernar la comunidad autónoma en los próximos cuatro años. Los ciudadanos ya han cumplido con su obligación, que era acudir a las urnas. Ahora son los partidos los que tienen que cumplir con la suya, que es formar un Gobierno estable y competente que sea capaz de afrontar los importantes problemas que tiene Andalucía en materias tan diversas como el desempleo, la educación, las infraestructuras ferroviarias y un largo etcétera. Aunque la política se ha convertido en los últimos tiempos en algo sumamente volátil, lo más probable es que se produzca algún tipo de pacto que ponga fin a la histórica hegemonía socialista en nuestra tierra. Nada nuevo bajo el sol de la democracia, en la que la alternancia, aunque no estrictamente necesaria, suele ser siempre positiva y estimulante. El PSOE acaba esta larga andadura en el poder con evidentes síntomas de agotamiento y ahora tendrá que abrir un periodo de seria y profunda reflexión.
Una mención especial merece la irrupción con fuerza de Vox, un partido de extrema derecha que ha obtenido 12 escaños, muchos más de los que les daban las encuestas más optimistas para sus intereses. Pese al discurso ingenuo de algunos, que aseguraban que Andalucía sería inmune al fuerte crecimiento del populismo de derechas que se registra en Europa y todo el mundo, la realidad ha demostrado todo lo contrario. Andalucía no está al margen de las grandes corrientes de nuestro tiempo, algo que quedó ayer meridianamente claro. La irrupción de Vox es una mala noticia, como cualquier crecimiento de una fuerza populista. Sobre todo porque pone en duda algunos consensos básicos que se habían mantenido durante décadas en nuestra sociedad y que están recogidos en nuestra Constitución, como es el Estado de las autonomías, al que el desarrollo de la España moderna tanto le debe. Sus actitudes xenófobas y antieuropeas tampoco son muy tranquilizadoras. Algunos quisieron convertir estas elecciones en un primer test de la situación política nacional. Sin embargo, lo que votaron ayer los andaluces no es extrapolable al resto del país. Los ciudadanos fueron a las urnas teniendo muy claro cuál era el pasado reciente y la situación actual de nuestra tierra. Y han votado por el cambio en Andalucía. El resto de las lecturas son meras especulaciones.
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