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Abengoa SA está definitivamente disuelta. El Tribunal de Instancia Mercantil de Sevilla dio firmeza a la decisión del 1 de julio el pasado viernes, al desestimar el recurso de reposición y rechazar la propuesta de convenio presentada in extremis por su ya extinto último consejo de administración. Los accionistas han perdido la batalla que emprendieron hace dos años para salvar la sociedad matriz histórica, fundada hace 81 años y medio, el pasado 29 de julio, tercer viernes negro para ellos. El primero, el 26 de febrero de 2021, cuando se declaró el concurso voluntario y se impidió que destituyeran a unos gestores que han reconocido por escrito que tenían como objetivo la disolución de la sociedad cotizada. El segundo, el 1 de julio, cuando se declaró provisionalmente disuelta. Y el tercero, cuando se desvaneció el hilo de esperanza al que se agarraban con el recurso. Este paso final es consecuencia directa de dos reestructuraciones financieras que no sirvieron para el objetivo que anunciaron, sino para minimizar pérdidas de los principales acreedores financieros, con una gestión que se investiga penalmente por vaciar la matriz y vender acciones en el mercado al tiempo que se reconocía que esas operaciones, gobernadas por afines a los acreedores, no aseguraban la continuidad de la empresa fundada en 1941. La estéril lucha de los accionistas también pretendía salvar el empleo. Ahora ya es la única prioridad. La mala gestión que ha tenido el grupo en el último año y medio apostó todo a una carta, condicionada a la concesión de una ayuda pública, y fracasó igualmente. En el escenario actual se prevé un desmembramiento, tutelado por el Gobierno, que permita vender por separado las empresas del grupo capaces aún de generar valor. Ese camino pone en riesgo a cientos de trabajadores, que no sólo perderían el empleo, sino que irían directos al Fogasa, porque no hay dinero para indemnizarles. Disuelta Abengoa y todo lo que ha significado en el ámbito empresarial andaluz, sólo queda salvar todo el empleo posible.
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