Paula Barón Seoane

A mi querida abuela

18 de octubre 2022 - 20:04

Hola abuela soy Paulita, ¡la que ha crecido mucho! ¿Qué tal por ahí arriba? ¿Te has encontrado ya con abuelo Luis y con Leticia? Estoy segura que sí.

Sabes que siempre he sabido la suerte que he tenido de tenerte como mi abuela, pero ahora me doy cuenta que además creaste a una familia preciosa, solo tú y abuelo Luis. Es verdaderamente increíble y te estaré eternamente agradecida. 14 hijos, 51 nietos y... ¡41 bisnietos!, ¡casi un pueblo!

Pero eso sí, todo ese pueblo ha estado siempre guiado por ti y por encima de ti estaba Él. ¿Qué mejor manera de liderar una familia que con Jesús a tu lado apoyándote todo el rato a hacer tu gran labor? Nos has transmitido a todos tu grandísimo amor por Dios, y todos hemos aprendido mucho de Él solo por ti. Has sido siempre su mensajera durante todo el tiempo que estuviste aquí y déjame decirte que hiciste un trabajo digno de santa.

Abuela, creo que nunca llegaste a comprender, porque no te lo creías, la gran admiración que yo, mis padres y todos mis primos y tíos, tenemos por ti. Siempre que me han preguntado cuál era la persona que más admiraba, tú estabas entre las primeras en las que pensaba.

Admiro tu fortaleza por haber sabido afrontar todos los momentos duros de tu vida, por haber educado de manera ejemplar a 14 hijos, por no haber parado de luchar por quedarte aquí hasta los últimos momentos.

Tu felicidad y buena voluntad. Siempre me decían que eras una madre más bien estricta, pero mi recuerdo más vivido de ti es tu risa, será por algo, ¿no? Siempre has dado ejemplo de estar con una sonrisa en la cara, hacer lo que te manda el Señor alegremente y sin protestar.

Tu diligencia. Creo que es de las cosas que más admiraba de ti. Como este mismo verano querías salir a cenar, como hasta hace muy pocos años pedías que te llevaran a la playa a ver la luna reflejada en el mar, todos los días queriendo ir a misa, pasara lo que pasara, lloviera, tronara o hubiera una pandemia mundial, tú querías ir a Misa.

Si quiero que algo se me quede de ti, es esa diligencia y poca pereza qué siempre has tenido y el saber disfrutar los regalos que nos ha dejado Dios a nuestro alcance.

Abuela, a todo el mundo que ha tenido la suerte de conocerte le has dejado una marca y eso solo lo hacen las personas excepcionales con un corazón de oro como el que tenías tú. Tuve la suerte de poder estar largos ratos hablando contigo cuando yo te preguntaba por tu vida, tu infancia, el colegio de las Irlandesas en Castilleja, como conociste a abuelo Luis y tantas anécdotas que fui escribiendo en un librito 'Abuela cuéntame', que ahora nos servirá para recordarte.

Me dijiste: "Cuando me muera, que me pongan la medalla de hija de María”. ¡Cómo te gustaba el regalo que te traje de Tierra Santa! Se lo contabas a todo el mundo: "Este rosario me lo ha traído mi nieta y lo ha pasado por el Santo Sepulcro".

En vez de triste, por no poder estar más contigo físicamente, me encuentro agradecida por haberte podido disfrutar 16 años y poder haber aprendido de ti todo lo que me has ido enseñando a lo largo de mi vida. Sé que si te estuviera diciendo esto a la cara te estarías riendo y me dirías que es una tontería muy grande lo que estoy diciendo, y que ya te gustaría ser así, humilde como siempre.

Te quiero mucho abuela, gracias por ser el pegamento de mi familia y por seguir siéndolo aunque no estés con nosotros. Mira por nosotros desde ahí arriba que debes de tener muy buena vista de nuestras vidas y guíanos por los buenos caminos.

Tu nieta,

Paula Barón Seoane.

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