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Fallece Asunta Fernández-Figueroa Moreno (1966- 2024)
Escribo estas líneas en medio de la mayor consternación por la muerte de Asunta Fernández-Figueroa Moreno, que acaba de entregar su alma a Dios con la extrema discreción que la distinguió toda su vida. Este otoño pasado tuvo noticias de la grave enfermedad que la aquejaba y, con esa misma discreción, peleó contra ella bravamente, pero Dios se la ha querido llevar al Cielo, desde donde nos podrá ayudar mejor a quienes más quiso en la tierra.
Hay personas que no se mueren, sino que se nos mueren a los demás. Asunta, sin la menor duda, ha sido una de ellas, de las que cuando se van nos arrancan fieramente algo muy nuestro y se produce con su muerte un auténtico zarpazo en nuestra alma, dejando una oquedad entre sus familiares y amigos que nos va a ser muy difícil de colmar desde el afecto que era común hacia ella. Pero Dios sabe más…
Asunta no ha tenido una vida larga, pero Nuestro Señor la ha premiado con las muchas virtudes que le regaló porque Asunta era una persona buena, cariñosa, detallista, elegante, generosa con su prójimo, culta, brillante economista y con una vasta formación humanística y artística. Sus amigos y compañeros de trabajo la vamos a echar mucho de menos. Ya sentimos añoranza de no verla entre nosotros.
Asunta atesoraba unos principios morales adquiridos en una modélica y numerosa familia ursaonense que han presidido su existencia terrenal y que le habrán facilitado con certeza absoluta un pasaporte directo a la Gloria que Dios Nuestro Señor tiene guardada para las personas de su inconmensurable nobleza de alma.
Esos principios morales de Asunta, ella los supo proclamar externamente con firmeza, exenta de jactancia, mediante la trayectoria de su vida ejemplar y ha sido un perfecto arquetipo de persona de fe comprometida con los demás, fe que también le ha servido a ella misma para encarar los golpetazos de la vida y, especialmente, para afrontar con gallardía inquebrantable esta última etapa de su vida en la inteligencia de la importancia del mal que la aquejaba. Y si hay algo que yo destacaría de Asunta, sería su alegría en la vida, su facilidad para tener tiempo disponible para todo, para trabajar, para cultivar su espíritu y sus principios, para disfrutar de su familia y de sus amigos, para viajar, para disfrutar del campo y hasta para hacer un curso de pintura en Florencia cuando el mal ya asomaba.
Asunta ha tenido una existencia feliz y fecunda, con sanas inquietudes y podemos decir con gozo que ha vivido plenamente y que tras esta vida Dios la habrá acogido con amor en su Paz infinita y está disfrutando de la Verdad a la que durante toda su vida rindió vasallaje.
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