Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Sostiene el arqueólogo José Luis Escacena que la ciudad de Tartessos, aquella que buscó sin éxito Adolf Schulten, se encontraba en realidad en Sevilla y su área metropolitana, en ese trincarro compuesto por Coria, la antigua Hispal y Alcalá del Río. Para ello esgrime varios argumentos: la condición policéntrica y portuaria de las ciudades de colonización fenicia, su ubicación en la antigua desembocadura del Guadalquivir y la presencia en la zona de un santuario tan importante como el del Carambolo, donde apareció, en 1958, el tesoro que lleva su nombre, finísima filigrana orientalizante que, junto a la Venus de Itálica, son quizás los símbolos arqueológicos de la Gran Sevilla.
Más allá de los debates científicos, y por ponernos políticos, la teoría de José Luis Escacena le daría a Sevilla una solera de tres mil años en su condición de capital andaluza, un argumento quizás un tanto irritante en una Andalucía que sistemáticamente le ha negado a la ciudad su principado autonómico. El Tesoro del Carambolo es, por tanto, aparte de sus valores artísticos y arqueológicos, la prueba material de la antiquísima importancia de la ciudad en la que vivimos. Lo mínimo que se podría hacer es cuidarlo y exhibirlo, como se haría en cualquier urbe que se tuviese un mínimo de respeto.
Por mucho que se intente explicar, nadie comprende por qué el Tesoro del Carambolo no está permanentemente expuesto en la ciudad de Sevilla, teniéndonos que conformar con la copia que en su día hizo Marmolejo, magnífica réplica que, sin embargo, no tiene algo que es fundamental en el patrimonio histórico: la autenticidad, el aura. ¿Se imaginan que El Prado nos ofreciese una copia en vez del original de Las Meninas? Alegar, como se ha hecho hasta el momento, problemas de seguridad es una tomadura de pelo que nos pone, además, a la altura del Gabón en cuestiones museográficas. En el fondo, todos sabemos que el motivo verdadero de este sinsentido son las rivalidades entre administraciones, que impiden que una pieza que pertenece al Ayuntamiento se exponga en un museo que gestiona la Junta y cuya titularidad es estatal. Un auténtico triángulo de las Bermudas en la que toda lógica desaparece.
Conclusión: a la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, le asiste toda la razón cuando pide que el Tesoro del Carambolo se muestre en Santa Inés, que acogerá una selección de piezas del Museo Arqueológico mientras duren sus obras de reforma. Y de ahí a la Plaza de América, cuando Vázquez Consuegra cierre el tajo y ya nadie pueda poner la excusa de la seguridad. O eso esperamos.
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