La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
La necesidad de votos mueve montañas. El delito de sedición va a ser reformado porque el PSOE no carbura sin los votos de ERC. Ese es el tema. Y es una mala praxis y una pésima noticia que los pactos alcancen a la modificación del Código Penal asociada a necesidades concretas de un partido. Las necesidades de los independentistas son permitir que Puigdemont y Rovira puedan regresar a España e incluso a la política con penas más suaves: la pena máxima por los delitos vinculados al procés se rebajan de 15 a 5 años y ahora serán. Considerados como "desórdenes públicos agravados". Ya consiguieron el primer objetivo con el indulto de Junqueras y compañía. Ahora se llevan en el zurrón de la legislatura un cambio de Código Penal. ERC ya tiene hecho el año: nadie en Cataluña podrá negar la eficacia de votarlos para la Carrera de San Jerónimo.
Los argumentos que utiliza el Gobierno son ciertos casi en su totalidad. La adaptación del delito a la legislación de los países del entorno es casi cierta si obviamos que países como Francia o Alemania castigan el intento de segregación de una parte del territorio como delitos de alta traición y con penas de hasta 20 años en función de la violencia del proceso. Pero, vale, hay una argumentación jurídica que puede avalar la reforma. Y un motivo político: dicen que las cosas van mejor con Cataluña que cuando sólo se tenía una porra en la mano. El Gobierno está haciendo política, algo que a Rajoy le daba alergia en el caso de Cataluña. A favor de Pedro Sánchez, hay menos tensión y el impulso independentista está de capa caída. Solo un 22% defienden hoy algo similar al procés. Este saldo beneficia a todos. Pero todo es relativo, porque en algunas cosas estamos amansando al tigre por el dudoso método de dejarnos devorar para que no se enfade.
Pero en cualquier caso importan los motivos. Y la reforma del Código Penal es el resultado de un pacto político acordado por pura necesidad. Y en política es importante llamar a las cosas por su nombre. Los independentistas ya tienen el indulto y la sedición atenuada. El siguiente objetivo es la amnistía, que sería como resetear lo ocurrido y poner a tomar el sol en el parque a quienes declararon unilateralmente la independencia de Cataluña.
Ni el PSOE ni el PP están a día de hoy en los márgenes de expectativas electorales que necesitan para gobernar. Lejos de mayorías contundentes -quiméricas las absolutas- el único resultado que les servirá a ambos para construir algo sólido es un triunfo holgado y una aritmética que no se envenene demasiado para poder explicar sus alianzas. Tarea fina y compleja. El PP aventaja prácticamente al PSOE en todas las encuestas, con márgenes entre los 3 y 5 puntos y una extrapolación con 20 escaños de ventaja. Y Vox y UP, en caídas no demasiado pronunciadas. El reparto por circunscripciones y los restos tendrán mucho que decir en 2023. El PSOE no remonta aunque da pequeños saltitos insignificantes en este contexto. O consigue meter por el embudo y trasladar a la opinión pública y los ciudadanos los efectos de sus políticas sociales o tanto esfuerzo y decisión serán baldíos.
Las tripas de las encuestas las carga el diablo. No es porcentaje todo lo que reluce. Advierte Belén Barreiro, socióloga y directora de 40 Db, que pese a que el PP mantiene su ventaja en las encuestas pese a una leve recuperación del PSOE, la letra menuda del sondeo debilita la opciones de Feijóo, quien cae en ocho de los once atributos por los que se preguntó cuando accedió al liderazgo del PP y empata en capacidad con Pedro Sánchez. Hay cierto desinflamiento de expectativas en torno al líder conservador, lo cual no quiere decir que mermen sus posibilidades electorales porque tiene bien fijado al electorado más fiel. Pero a cada buena noticia, hay una que la templa: los electores que salen rebotados de Vox -posiblemente por su pendencias internas- tampoco pasan a engrosar ya la lista de potenciales votantes populares. La pregunta es si Feijóo, una vez ingerido el pastel de votos de Cs tiene suficientes apoyos para ganar las elecciones con el margen que necesita. Y otra mucho más difícil de resolver es si en el caso de ganar las elecciones dispondría de los votos suficientes en el Congreso para ser elegido presidente.
Demoscópicamente no parece un balance positivo el de Feijóo desde su llegada. La preocupación más importante de los españoles sigue siendo el coste de la vida. Y aunque la inflación es capaz de tumbar gobiernos, en este caso no viene aparejada de pérdida masiva de empleo, más bien al contrario atendiendo a los datos positivos de octubre, lo que sin duda es un colchón que amortigua el efecto político letal del precio de las cosas. Sin olvidar que son encuestas, que no hay tensión electoral y aprovechando que sus votantes ni siquiera pasan factura por la nueva ruptura de negociaciones en torno a la renovación de los órganos del Estado incumpliendo la Constitución, deberían preocuparse en el PP por ese fluir con ventaja pero con datos inquietantes en el estómago de las encuestas. La gestión de las expectativas siempre es asunto delicado.
La irrupción de un líder más fuerte y consolidado que Casado anunciaba un nuevo tiempo, pero de momento se limita a absorber los apoyos que, como estaba cantado, pierde Cs y poco más. Sentarse a esperar a que caigan los votos sin ir a por ellos y no ser capaz de pactar la renovación del CGPJ es una táctica de eficacia dudosa. Debilita la idea de un líder fuerte y más bien parece alguien con la caña puesta esperando que ocurra lo inexorable. Y lo inexorable en política no suele ocurrir de forma tan automática. A estas alturas PP y PSOE están lejos del resultado que necesitan para gobernar. Mejor ni imaginar un escenario en el que el PP fuera el más votado pero el PSOE lograra formar gobierno ante la falta de socios de los populares. No lo descarten. Ya se adivinan las llamas del incendio si eso ocurriera. Cuando se aproximen las elecciones sabremos mucho más, y tras las municipales alguien cantará victoria, pero a estas alturas muy verdes la están segando en la calle Génova.
Macarena Olona, que sale de todos lados con cajas destempladas, da igual que sea de Vox o de su aventura andaluza, a la que llegó solo con un neceser de fin de semana, ha descubierto ahora en carne propia el peligro y la canallada que representa la persecución desde las redes sociales y otros entornos digitales. "Es una película de terror, con loas a Hitler y ataques antisemitas", dice la ex diputada y excandidata a la junta y ex militante de Vox. Muchos ex en tan poco tiempo. Los bárbaros que la acosan de manera inadmisible desde Telegram, difundiendo audios sexuales falsos o amenazándola y llamándola puta son los mismos que antes lo hacían a su favor contra cualquier adversario político, periodista o ciudadano que osara criticar sus intervenciones o las políticas de sus ex partido. Olona ha tenido una epifanía: ha descubierto a la vez lo duro que es que te persigan desde miles de cuentas falsas en redes sociales y también no ha caído en la cuenta de que en su partido no hay democracia interna. Es lo que tiene vivir deliberadamente en la inopia. De momento Olona sigue adelante con su fundación contra las políticas de género y construyendo un artefacto de influencia social con pinta de terminar presentando listas electorales. Y con pinta de hurtar unos votillos a Vox que aunque quizás a ella no le den para conseguir posiciones institucionales sí que puede privar a los de Abascal de algunas plazas de concejal. La venganza en política siempre acaba igual: contra los ex tuyos.
Teóricamente Yolanda Díaz y Podemos se necesitan. Ella funge como candidata con un elevado nivel de conocimiento y la mejor nota de la política española. Mientras Podemos mantiene potentes bases electorales, una organización y aporta un caudal de votos. Díaz no tiene estructura de poder ni maquinaria electoral. Sumar no deja de ser una estructura nebulosa bienintencionada pero naif. Podemos no tiene candidato. Irene Montero podría fijar a buena parte de su parroquia pero tiene demasiados antecuerpos como para forjar una posición electoral en crecimiento; y le falta el tirón del líder que tenía Iglesias, que sigue manejando las cuatro riendas con una mano. Aparentemente Díaz y UP se necesitan. Pero están cada vez más en caminos paralelos, sin cruzarse. Díaz ha decidido el éxito está en sumar ciudadanos de todo el espectro de la izquierda, sin dogmatismos; alejándose de las formas y los objetivos programáticos de Podemos. E Iglesias, que sostiene que el éxito está en la organización, ha decidido ponerle nombre a esa intención: "¿Quién piensa que le puede ir bien en las elecciones generales a una candidatura de la izquierda si a Podemos le va mal en las municipales y autonómicas? Hay que ser estúpido (..) ¡Ay de aquel o aquella que se atreva a faltarle el respeto a la militancia de Podemos!". Eso dijo en la Universidad de Otoño del partido. A la confluencia por el insulto.
1. Devolviendo la pasta
Una de las cosas más bonitas que tiene la corrupción es cuando a los condenados les toca devolver el dinero que se llevaron. Félix Millet y Jordi Montull, gestores del Palau de la Música de Cataluña, acaban de aflojar la mosca y han soltado doce millones de euros. Servirán para resarcir a los perjudicados: el Consorci del Palau de la Música, la Fundació Privada Orfeó Català-Palau de la Música Catalana y la Associació Orfeó Català. Aun así, quedan otros once millones pendientes. Igualmente, CDC, la extinta Convergencia, que se financiaba ilegalmente a través del Palau, debe devolver 6,6 millones. Esto parece más difícil, ya se sabe que los partidos no devuelven el dinero ni quemados. Además, CDC está en concurso de acreedores. En eso convirtieron la cultura y sus instituciones más conspicuas los hoy independentistas convergentes: en una caja negra de dinero.
2. Demasiadas series históricas vapuleadas
Nos estamos acostumbrando ya a demasiados récords de temperaturas que superan los datos de las series históricas en España. Octubre de 2022 ha ido el mes más cálido de la serie histórica, que empezó a computarse en 1961. La temperatura media se ha situado en 18 grados, 3,6 grados por encima de lo que los científicos consideran normal. Y supera en 0,8 grados al mes de octubre de 2017, cuando se había alcanzado el máximo registro hasta ahora. Baleares fue la comunidad que registró las temperaturas más altas. Además fue un mes seco, con una media de 52 litros por metro cuadrado, sólo un 68% de lo que suele llover en esta época. En fin, que todo puede ir a peor. Como aquella frase del mayo francés en una fachada "Dios no existe, Marx ha muerto, y yo hoy no me encuentro bien".
3. El juicio de la cabeza de Castro Urdiales
Hay noticias que superan a la ficción. García Márquez decía que lo suyo no tenía mérito, que el realismo mágico no era más que lo veía y vivía cada día en Santa Marta. Pues algo así, pero a la española. En la Audiencia de Cantabria ha comenzado el juicio conocido como el caso de "la cabeza de Castro Urdiales". El nombre con el que los compañeros han bautizado al proceso ya se las trae. Pero lo que viene es peor: se juzga a una mujer, Carmen Merino, acusada de asesinar a su compañero. Ya con eso serviría. Pero el asunto es que al parecer la susodicha entregó la cabeza del hombre envuelta en periódicos en una caja de cartón a su vecina para que la guardara. Le dijo que contenía juguetes sexuales. La vecina, semana después, abrió la caja porque "olía mal" y se topó con una cabeza humana. La acusada ha dicho que no se fía ni del fiscal ni de la acusación. Hay sucesos que nos retrotraen a la época dorada de El Caso y la España negra con una traza literaria al estilo de Tabucchi y La cabeza perdida de Damasceno Monteiro.
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