La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
En la estrategia del Gobierno de echar balones cuando no es fácil explicar que las cosas no son tan idílicas como pretenden vender, la ministra Isabel Rodríguez utilizó su intervención parlamentaria sobre la vivienda no solo para acusar al PP de no tener una política seria sino que insinuó que se trata de un partido que pretende hacer negocio con la vivienda. De nada servía que la oposición, no solo la del PP, preguntara por cómo atajar la crisis, con precios imposibles de compra y de alquiler, sino que no respondió a quienes le señalaban que era incomprensible que el gobierno pretenda imponer el modelo de Cataluña –tope de alquiler– que ha sido un absoluto fracaso pues lo ha encarecido aún más al reducir el mercado. Ni tampoco respondió cuando se le recordó que la vivienda es competencia de los gobiernos autonómicos. Reacción: ojo a quienes no acepten el plan de su ministerio, porque los regionales se pueden quedar sin los fondos que reciben del Gobierno central precisamente para las políticas de vivienda. Traducido: ustedes pueden tener competencias y su propio plan, pero como no apliquen el nuestro, olvídense de los fondos estatales.
Sánchez ha decidido, motu proprio, que la conferencia de presidentes que se celebrará dentro de poco sea monográfica. Vivienda. De nuevo la política de ordeno y mando: queréis conferencia y la tendréis, pero yo marco fecha y orden del día. Así empiezan las autocracias.
Lo peor, después de escuchar la intervención amenazante de la ministra Rodríguez, es que se llega a la conclusión de que conoce poco los problemas de los ciudadanos. Está empecinada en considerar a los propietarios de viviendas de alquiler como si todos formaran parte de fondos nacionales o internacionales que nadan en la abundancia, sin tener en cuenta s los pequeños propietarios de un piso que han conseguido comprar un segundo con gran escuerzo a lo largo de su vida para completar la pensión a la hora de la jubilación. Tampoco debe saber que esta generación de jóvenes puede soñar con un futuro familiar en un piso comprado o de alquiler, como sus padres o abuelos. Es imposible con los precios actuales, los salarios, y la temporalidad laboral generalizada que Yolanda Díaz contabiliza como incremento del empleo. Tampoco debe conocer Rodríguez el gravísimo problema de los okupas, o de quienes tras firmar un contrato de alquiler no pagan más que el primer mes y se atrincheran con los gastos pagados por el propietario. Lo que ha provocado la retirada del mercado de cantidad de pisos. Ni debe saber la ministra de Vivienda que la mayor parte de los jóvenes siguen en casa de sus padres porque los salarios son ínfimos o temporales, y la única solución es un piso compartido. Que tampoco es fácil encontrar a precio asequible.
Habría que exigir a los ministros con supuestas grandes ideas, que salgan a la calle, que miren, que escuchen. Que no nos vendan motos.
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