La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Hemos visto lo que hemos visto? Pues empecemos por el principio, ¿qué hemos visto? Digo yo, ¿lo que hemos visto ha sido que un tipo de Puertollano, otro de Monforte y otro de Figueras, o de Barakaldo, o de Trevélez, insultaban al Rey y le tiraban barro? ¿El que tiró el palo hacia el grupo que protegía a Pedro Sánchez era valenciano o extremeño? Ayer nos dijeron que el ministro Marlaska ha ordenado a la Guardia Civil que investigue a los agresores, sería estupendo que cuanto antes los lleven detenidos y los presenten al juez de instrucción. Saldremos de dudas sobre la ultraderecha, la ultraizquierda y, en general, la gente que cree que se pesca siempre en río revuelto. Los que lloraban y se abrazaban a los Reyes dieron su testimonio de desesperación y de desconsuelo. Para eso –creo– fueron Felipe VI y Letizia a Valencia, a consolar y abrazar. A la Reina, sobre todo, se le veía en la cara el pellizco que llevaba en el estómago. El Rey está más acostumbrado, creo yo. No obstante también tenía escrita en la cara la procesión que llevaba por dentro. De todos modos, echo en falta explicaciones, muchas explicaciones. Porque no es tan difícil exponer en una televisión que para llevar 50.000 militares a las zonas inundadas, por ejemplo (vale también 25.000, e incluso 10.000) hay que preparar una infraestructura mínima porque esta población deberá tener una comida, como mínimo, y un catre donde echar un sueño, sobre todo si va a estar doce horas luchando contra los desastres de la DANA. ¿Cuánto se tarda en preparar algo mínimamente presentable? Otrosí: las calles atestadas de coches amontonados necesitan de grúas pero de grúas que puedan llegar a la cercanía. Mas casi todos los pueblos estaban atascados, cerrados; las carreteras estaban cortadas, el mundo era un verdadero infierno. Y mientras, se entretenían en la semántica, en el “que me lo pida”, estas cosas tan poco edificantes. Somos lo que no hay, debo citar de nuevo la sabiduría de mi madre. Lo cierto es que la inercia ha ido creciendo y si bien no entran en detalles de la extracción de los cadáveres y las circunstancias penosas de días oscuros, va llegando el agua (embotellada) y algunos alimentos, y también el voluntariado “y los militares” van abriendo caminos, quitando los barros, abriendo las casas… Han empezado a invertir la tragedia, a iniciar el necesario camino hacia la normalidad, hacia la vida anterior a lo que cayó del cielo. Como en todos estos procesos trágicos, cada día se está un poco mejor y un día llegará en que se alcance la normalidad, la vida cotidiana. Ojalá.
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