La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La mejor foto del Rey no se ha hecho
Juan Mercado era el prototipo del viejo mayoral. Persona imprescindible en la ganadería de mi tío Sancho Dávila. Con el paso del tiempo valoraremos cada vez más la importancia de estos personajes en el campo bravo.
Ya lo destacó Luis Fernández Salcedo en su magnífico libro Los cuentos del viejo mayoral y yo he tenido la suerte de conocer a varios de ellos. Recuerdo a Pepe Jío, de Miura; Andrés Magallanes, del conde de La Corte; Luis Saavedra, de Guardiola; o Juan Marín en la casa Buendía, entre otros muchos. Personas discretas, con una afición desmedida y una total fidelidad a sus casas ganaderas.
Y así era Juan Mercado, toda la vida con mi tío Sancho Dávila en la finca Puertolaca. El ganado bravo no entiende de horarios ni días de fiesta y Juan tampoco entendía.
Me encantaba sentarme en la chimenea con él y escuchar sus historias. Las faenas de campo con las dificultades de las fincas de Sierra donde los perros adiestrados sustituían las paradas de bueyes de las ganaderías de Sevilla y Jerez.
Estas faenas del campo bravo que se saben cuando empiezan pero nunca cuando acaban. La paciencia y el temple son características comunes en estos hombres de campo. Nunca una carrera ni una voz mal dada.
El trato de Juan y su familia con la familia de mi tío Sancho era y sigue siendo mucho más que la relación de un jefe. Ha sido una relación familiar, pero nunca vi a Juan llevar la contraria a mi tío. El respeto que siempre tuvo era muestra de su enorme categoría personal.
No se me puede olvidar aquella novillada que con tanto cariño eligió junto con mi tío para mi debut como novillero en el año 1995 en la plaza de toros de Toledo. Seis novillos preciosos y en las más fieles hechuras de la ganadería de mi tío. Y la foto que nos hicimos en el patio de cuadrillas poco antes de hacer mi primer paseíllo vestido de luces y que hoy día guardo con mucho cariño.
Sus hijos Gabriel y Juan Antonio son fieles continuadores de su padre y hoy día Juan Antonio es mayoral donde lo fue su padre.
Y por su puesto Brígida, su mujer, compañera inseparable durante toda la vida. Juan nos dejó hace muy poco y ya descansa de faenas de campo y tardes de toros.
Imagino el abrazo tan fuerte que le habrá dado a Sanchito Dávila así que tan pronto nos dejó y cuya pérdida sintió Juan como la de un hijo. Ahora los dos se asomarán por los cielos de Sierra Morena para ver cómo se siguen criando toros bravos en Puertolaca.
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