¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Hace unos días tenía una reunión en las oficinas de un cliente, en un polígono empresarial en Jerez de la Frontera. Cuando terminé, vi que me habían dejado un papelito sujeto en el limpiaparabrisas. Siempre temeroso de la acción de la autoridad y su voracidad recaudatoria, me temí una multa pese a que el vehículo estaba perfectamente aparcado, hasta donde yo podía ver. Pero no, no era una denuncia. Era un anuncio, publicidad de servicios profesionales, o algo así.
El papelito rezaba (con perdón) lo que sigue: “Maestro NNNN (omitiré el nombre del sujeto, supongo que ficticio). Gran vidente africano. Vidente. Alto Campo de Magia Africana. Rapidez, Eficacia y Garantía 100%. Soluciono Problemas de Amor, Unión, y Separación, Recupero Parejas, Amarres y Fuerte Atracción. Resuelvo Problemas Personales. Si te va mal en un Negocio Puedo Ayudarte a Mejorar la Situación con Limpieza y Amuletos y Salir de la Crisis. Quito Brujerías y Mal de Ojo. Etc. Atiendo Personalmente a distancia y también me desplazo …”. He mantenido la redacción y la ortografía, poco mágicas por cierto.
Lo de la garantía al 100% es ciertamente tranquilizador, no sé si los amarres son náuticos, no consigo conciliar lo de atender personalmente a distancia, no sé por qué no está este superhombre en el Gobierno,… pero no quería hacer chistes –por otro lado fáciles–. En el fondo, la lectura de este anuncio (también Cervantes, y me disculparán lo que desde luego no es una comparación, confesaba leer hasta los papeles que se encontraba en el suelo) me produjo una sensación de pena. Cómo de desesperado hay que estar para acudir a los servicios de un, en el mejor de los casos y por ser suave, cantamañanas de esta índole. De un, supongo, pícaro charlatán que presumo se aprovecha de la tristeza, de la soledad, de los problemas de sus semejantes.
Podríamos pensar que apenas habrá nadie que llame a los teléfonos que aparecen en ese papelito (¿tendrá un call center externalizado y acaso deslocalizado este fulano, como para necesitar más de una línea de teléfono?). Pero me malicio que no es así.
Esa misma tarde, ya en Sevilla, vi largas colas de personas que querían comprar un décimo de lotería. Que no me parece mal, oigan, que es un método tan bueno como cualquier otro de pagarle impuestos al Gobierno para que lo dedique a lo que lo dedica. De hecho, tengo unos muy buenos amigos loteros y les deseo lo mejor. Pero ver esa cola y fijarme en que quienes acababan de comprar un décimo lo refregaban por el azulejo de la administración de lotería, buscando la suerte con superstición –perdón– risible, con credulidad o candidez sorprendentes, me devolvió a la sensación de tristeza, de desazón, de la mañana. No tiene ninguna gracia, si lo pensamos un poco, que la gente vuelque su ilusión, sus esperanzas, sus anhelos, en un autoproclamado vidente o en una estadística casi imposible que permita recibir un dinero rápido que probablemente no será la solución definitiva a ningún problema serio.
También te puede interesar