La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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Puntadas con hilo
Remodelar para que todo se quede igual. Juan Espadas no tiene de momento intención de desprenderse de sus responsabilidades municipales para centrarse en su carrera por la Junta de Andalucía. Y quienes mejor lo conocen confirman que seguirá así hasta el último minuto: delegando sólo tareas ejecutivas y sin otorgar el mínimo protagonismo a ningún concejal.
La mejor prueba son las novedades que ha anunciado estos días en su equipo de gobierno, que no sirven para zanjar las campañas ni los sueños de algunos que, sin pudor, se creen tocados por la varita de la sucesión. No hay candidatos, sólo un alcalde que asegura tener el guión perfectamente escrito en su cabeza y que sólo desvelará cuando llegue el momento. Más que cambios, lo que ha hecho es un reparto de trabajo que traspasa parte de su carga a los hombros de los concejales y le permite ausentarse sin complejo de determinadas reuniones y comisiones para conciliar mejor sus obligaciones orgánicas e institucionales.
La remodelación ha consistido en entregar la presidencia de las empresas municipales a los concejales de cada ramo y, por tanto, los elegidos han sido de nuevo los que soportan las delegaciones de mayor peso. Aunque el primer premio parece que ha recaído en Antonio Muñoz, quizás no es más que un reflejo de las grandes áreas que gestiona con capacidad. A Sonia Gaya, la susanista que asumió como número dos de su lista en su momento, le ha dado su sitio al encomendarle la presidencia del Pleno, una solución digna que merece una edil discreta que huye del conflicto y a la que le avala, más que la facción por la que se ha decantado en las primarias del PSOE, su gestión al frente de Hacienda. Presidir el Pleno -algo que también habría sido un buen encargo para Juan Manuel Flores, siempre equilibrado y solemne- es probable que haya colmado sus expectativas. Y el resto ha recibido lo previsible, incluida Adela Castaño que, sin estar en las quinielas de la sucesión, sí forma parte del núcleo duro del gobierno municipal de Espadas y en el reparto no se queda del todo fuera, pues suma un detalle: el mantenimiento de los colegios.
El afán de Espadas de querer contentar a todos no hace más que añadir tensión a la convivencia y la vida municipal. El alcalde ha pedido a sus concejales un esfuerzo más este otoño para reactivar los proyectos de la ciudad. Y no hay semana que no se reserve dos o más días para repasar esas asignaturas pendientes que deberían avanzar este mandato y comparecer con sus concejales. Hay quienes lo viven como un examen final. Pero tal vez sólo quiere transmitir que está en todos los frentes y evitar la sensación de vacío.
Fue el mismo Espadas quien aseguró que dejaría de ser alcalde cuando permanecer en este cargo supusiera más perjuicios que beneficios. Lo que no dijo es para quién. Cada vez hay más gente, incluso en su grupo, que cree que esa hora ha llegado. Y que el perjuicio no sólo afecta a los concejales, que desesperan buscando señales que apunten el futuro de los dos años que quedan de mandato, también a la ciudad. Y eso es lo más grave.
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