El viaje del padre Llanos

Este jesuita resumió el trayecto ideológico y espiritual que muchos españoles recorrieron durante el franquismo

14 de junio 2024 - 01:00

El padre Llanos vuelve a estar de moda y a uno se le viene a la memoria alguna colleja metafórica que le metió Vizcaíno Casas en esas novelas deliciosamente ultras que se vendían como churros en la Transición. Rejonazos aparte, este jesuita resumió el trayecto ideológico y espiritual que muchos españoles recorrieron durante el franquismo, un camino que les llevó de su apoyo a la dictadura (al menos en su faceta más social, encarnada por el falangismo y los movimientos católicos comprometidos) a diversas posturas que basculaban desde el maoísmo hasta la democracia cristiana. A veces, el trayecto sólo consistió en dejarse llevar por la corriente y cambiar de chaqueta cuando el régimen, incluso antes de la muerte de Franco, ya se daba por finiquitado. Es decir, a despotricar en alguna cena entre amigos y, como gran alarde, brindar con champaña en algún club de postín cuando el viejo dictador murió (la anécdota es verídica). No fue el caso del padre Llanos, un jesuita carismático del régimen que, como es por todos sabido, cogió su cruz (adornada con la hoz y el martillo) para vivir entre los más pobres en el Pozo del Tío Raimundo. Lo ha resumido muy bien Fernando Savater: “El padre Llanos era honrado y su intransigencia también: no se fue a vivir a un chalet millonario en Galapagar sino a una chabola”.

Pero más allá de nuestras miserias nacionales, el padre Llanos también sirve para ejemplificar la evolución de la Iglesia Católica –y muy especialmente la Compañía de Jesús– a partir del Concilio Vaticano II. Un trayecto que supuso una revolución que, como todas, estuvo plagada de aciertos y dislates. Fue el momento en el que los curas quemaron sus sotanas al igual que las feministas lanzaron a la pira sus sujetadores y los burgueses sus corbatas. Nadie quedó a salvo de los años sesenta.

No tengo la menor duda del coraje y la autenticidad del padre Llanos. No fue fácil el camino que tomó y seguro que estuvo jalonado de íntimos desgarros y despedidas dolorosas. Tuvo aciertos importantes, como su opción por los pobres y su ruptura con un régimen anclado en una retórica y una praxis guerracivilista. Pero también errores –probablemente movidos por la ingenuidad del momento–, como abrazar una ideología, la comunista, con la que se tiranizaba a medio mundo y que era responsable de la persecución (cuando no de la muerte) de millones de cristianos. La respuesta le vino años después a través del sindicato Solidarnosc, en Polonia, la verdadera vía católica, obrera y democrática.

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