La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Sevilla/Hoy despiertas fatigada y confusa al hermoso amanecer del tiempo ordinario. Has vivido mucho, muchísimo, en muy poco tiempo. Algunos pasajes, encuentros y vivencias te parecerán ilusorios. ¿Ocurrieron de verdad? Últimamente parece que todo acontece con vértigo. Será el efecto de la pandemia, la edad, el espectáculo en que se convierte casi todo en los grandes medios de comunicación... En un mes hemos vivido una Semana Santa, la invasión de Ucrania, una convocatoria electoral en Andalucía , hemos enterrado un cardenal, una Feria que comenzamos en colapso y acabamos en familia, el nacimiento de una nueva estrella del tenis... La ciudad necesita de este tiempo ordinario para ordenar las estanterías de sus prioridades, no confundirse con el ruido de ciertos debates magnificados en caliente y afrontar una cita donde de verdad de juega mucho: el 19 de junio con las elecciones andaluzas. Hay que reposar lo vivido y prestar mucha atención a cuanto nos jugamos ese día.
Sevilla lleva demasiado tiempo castigada en los presupuestos públicos de todas las administraciones porque parece que la ciudad aún no ha sido perdonada por la Exposición Universal. Es una vergüenza que sigamos sin la red completa de Metro y sin conexión ferroviaria entre Santa Justa y San Pablo, con el sufrimiento añadido de la mafia del taxi en la parada del aeropuerto. Hemos tenido gobiernos de todos los colores y ninguno ha solventado estas dos carencias. Podemos seguir debatiendo si el pescaíto (odioso diminutivo) debe ser el sábado o retornar al lunes, cuando el formato largo no es más que una sonrojante adaptación a nuestros señores y amos los turistas, dicho a lo Mañara, cuando nuestro crecimiento como gran ciudad vendrá exclusivamente de la mano de las grandes infraestructuras eternamente pendientes. Nos colaron una setas cuando necesitábamos el Metro, nos convierten el centro en parque temático de despedida de solteros e hinchas embriagados cuando el puente del Centenario ha encogido y nos niegan los túneles que exige la SE-40.
Somos sonrientes y amables anfitriones de los Goya y de finales del fútbol, pero incapaces de organizar el servicio del taxi, exigir respeto para una maravilla regionalista como la Avenida de la Palmera o contar que ni por asomo hay en otras ciudades la actividad empresarial que existe en la Cartuja, oculta por los jaramagos, la indolencia que nos define o vaya usted a saber. Exijamos infraestructuras y más fábricas. No hay otra solucion para salir de la vergüenza que no queremos ver. La fecha del pescaíto (qué horror) es el sonajero soñado por cualquier alcalde. El humo de la freidora nos distrae. Cambiemos el aceite.
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