¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
ES reiterada una declaración en la crisis de la agricultura que colapsa las carreteras de toda España, pues no es un problema ni de un solo cultivo ni de una sola región: “Mis abuelos vivieron de un terreno que pasó a mi padre, de mi padre paso a mi y yo no se lo voy a poder pasar a mi hijo, al menos no para que viva de explotar ese terreno”. El campo se queja con razón (en singular) y con razones (en plural). Los agricultores ganan poco o nada por culpa de las grandes distribuidoras que se comen los márgenes de beneficio. La Unión Europea obliga a unos controles fitosanitarios y de trazabilidad a los que no están sujetos los productos que nos llegan de Perú, Nueva Zelanda o Marruecos. Nuestros agricultores compiten con un mano atada. Desconfíen de quienes les digan que Vox es la clave oscura de este problema. El campo tiene problemas severos, muy preocupantes en un sector en el que un elevadísimo porcentaje (por encima del 90%) se corresponde con pequeños empresarios. Esto trasciende a la simplista división entre rojos y azules, a esa extrema derecha con la que algunos sueñan los días pares e impares y, por supuesto, a los argumentarios de catálogo. Es muy probable que aquí la realidad más dura sea que todo cambia para el campo como lo ha hecho para la banca, el taxi y la prensa de papel. Los nietos no podrán explotar las parcelas heredadas de sus abuelos como el periódico de papel no se puede vender hoy como en los años ochenta. El nieto del taxista se enfrenta hoy a realidades que no conoció su abuelo, caso de Uber o Cabify. Y hoy existen cada vez menos sucursales bancarias y más aplicaciones digitales que te tutean continuamente, te advierten sin que lo hayas solicitado de que tengas dinero en la cuenta pues faltan tres días para que te carguen un recibo, y te informan con gráficas y quesos de los conceptos de tus gastos del mes sin que tampoco se lo hayas pedido. Esto ha cambiado. El líder de Comisiones Obreras, señor Unay Sordo (que tiene nombre de árbitro de segunda división) dice una de las grandes verdades: “Es una protesta de empresarios, no se olvide”.
El tipo sabe que el campo no está en juego, sino el negocio de pequeños y muy respetables agricultores de los que no depende el gran grueso de la producción agraria, que está retenida en menos de un diez por ciento. Por eso, já, los sindicatos de clase no están en la pelea. Por eso las protestas se organizan por WhastaApp. Los pequeños agricultores tendrán que transformarse y, claro está, conseguir por el camino de la legítima protesta alguna mejora o ayuda. Pero el cambio es obligado. Las VTC llegaron para quedarse como las ediciones digitales de los periódicos.
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