La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Con toda seguridad lo más llamativo de la piñata contra el presidente del Gobierno no sean los comportamientos de mamelucos, la agresividad contra un muñeco o la vehemencia de los cánticos. España ha sido, es y será la nación de los garrotazos que pintó Goya. Nada nuevo, todo viejo. Los aficionados a pedir que se condene logran que la mayoría condene, aunque sean condenas de pitiminí. Los amantes de la hemeroteca recuerdan episodios (nacionales) con muñecos del Rey, banderas de España y el presidente de la Conferencia Episcopal. Por eso hay condenas seguidas del “pero tú más”. Hay garrotazos en todas las direcciones. La gran novedad y tal vez donde esté el problema de fondo es la gran cantidad de gente que no estaba en su casa en las horas de la Nochevieja. Impresiona que en una franja horaria donde suele apetecer estar con la familia o con los amigos, en un acogedor hogar o en una fiesta de hotel, cortando el jamón o elaborando los canapés, quitando las pepitas de las uvas o poniendo a enfriar en Dubois, haya tanta gente dispuesta a no hacer un paréntesis en su inquina contra Sánchez... ¡en plena Nochevieja! Los años demuestran que el sanchismo es una forma de entender la política verdaderamente cuestionable, en muchos aspectos reprobable y hasta en algunos condenables. Se ve que ha provocado ya verdaderos enemigos obsesionados con un tipo que no miente, sino que cambia de opinión, que no oculta la obsesión por controlar políticamente los poderes del Estado, las empresas publicas y otras entidades. Nada justifica el acoso a las sedes de los partidos, en este caso la del PSOE en la madrileña calle Ferraz, como jamás se debió acosar a políticos de otras formaciones ni sus domicilios particulares en tiempos pretéritos.
Que tantos ciudadanos hayan sacrificado una noche especial para semejante manifestación (aprovechada convenientemente para exagerar el papel de víctima del presidente y sus adláteres) es un síntoma negativo del estado de ánimo de muchos españoles. O hay demasiada gente sin vida personal, cosa que no nos atrevemos a sentenciar. Dicen que el estado del bienestar es aquel que permite que los políticos hagan y deshagan a su libre albedrío sin que la gente se enoje porque a la gran mayoría no le faltan recursos para llegar a fin de mes. La manifestación de la desafortunada Nochevieja en Ferraz supone una muestra de la quiebra de ese estado del bienestar. La gente se crispa por algún motivo que suele estar relacionado con su situación personal, no con la unidad de España. No seamos bobos. Que es 2024. Y el romanticismo queda para los anuncios de esas colonias que nos han regalado que nos duran hasta septiembre.
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