¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Dos semanas de toros con el solo descanso de unos lunes que se hacían más marrones de lo habitual han dado para muchas conclusiones. La principal es la consagración de Morante como el heredero legítimo del trono que sucesivamente fue de Chicuelo, de Pepe Luis y de Curro. Su continua mala fortuna en los sorteos con el añadido de una situación anímica menos consistente que la de ahora más la aparición de esas dos esperanzas que son Pablo Aguado y Juan Ortega nos han mostrado a un torero distinto, no en las formas pero sí en el fondo. Su disertación del viernes con el juampedro Jarcio fue como su discurso de investidura para el alto honor de convertirse en el torero de Sevilla. La guinda del pastel, cómo renovó el afecto anunciándose en la de Miura, aunque a la postre sólo pudiera ponerse ante sólo uno. Y a partir de ayer, a ver qué hacemos por la tarde.
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