La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
La conclusión a la que se llega tras la reunión entre Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, a la que Sánchez incorporó a los ministros de Trabajo, la portavoz y de Educación, es que la utilización correcta del lenguaje es fundamental, porque siempre encuentra recursos para dar la razón a todas las partes … o a ninguna. La reunión terminó sin vencedores ni vencidos, que es lo que buscaba el presidente del Gobierno, al que le venían muy mal las diferencias de criterio entre su vicepresidente primera y su vicepresidenta segunda.
Yolanda Díaz se apunta un tanto: la parte socialista del Gobierno ha asumido la palabra "derogación", incluso la ha pronunciado la ministra portavoz. Le costó, pero acabó haciéndolo. También se apunta un tanto Nadia Calviño, que ha tragado bastantes sapos estas semanas en las que Díaz ha desplegado las dotes de inteligente comunicadora que la han lanzado al estrellato. Se ha apuntado un tanto Calviño porque cuando el Gobierno dice que la reforma se hará "con acuerdo de todas las partes" advierte que esto no va de lo que compadree Díaz con Unai Sordo y Pepe Álvarez, sino que en las negociaciones hay que contar con la CEOE. Y Antonio Garamendi es de los que pelea hasta la extenuación.
Ya ha enseñado los dientes con iniciativas que pueden provocar problemas al Gobierno : además de contar con una oficina abierta en Bruselas, él mismo se ha dedicado a explicar a miembros de la Comisión qué significa para el empresariado español la derogación de la reforma laboral del 2012, con unas consecuencias letales para la creación de empleo y para mantener el empleo actual. Si a eso sumamos que la Comisión ha dado varios toques a Sánchez sobre la derogación de la ley de Rajoy, que el comisario Gentiloni le trasladó hace unos días su inquietud por las pretensiones de Díaz, y que Gentiloni forma parte de la institución con más vela en este entierro, la Comisión Europea, porque de ella depende que nos lleguen los fondos de recuperación que son indispensables para todo, entonces el escrito con el que el Gobierno resume el encuentro de La Moncloa es papel mojado.
Si a Bruselas no acepta la derogación, a Sánchez no le salen las cuentas de los Presupuestos aunque los apruebe el Parlamento, y difícilmente llegará al final de la legislatura si no puede cumplir sus compromisos. Porque le votarán no los que le votaron sí a cambio de prebendas y dinero, y porque si no aprueba cuestiones sociales que son fundamentales para la supervivencia de Podemos, puede encontrarse con que Díaz le plante cara y rompa la coalición.
Así que el resultado del encuentro de ayer en La Moncloa acabó como empezó: con batalla entre las vicepresidentas para llevarse el gato al agua.
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