La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Por si fuesen pocos los motivos que nos inducen ir a la otra orilla, llega la Velá de Santa Ana, la fiesta por antonomasia del verano sevillano, clavo al que se agarraban los que se quedaban aquí sin posibilidad de ir a los baños, que es como se conocía el veraneo. Cante en el Altozano, cine en la plazuela de Santa Ana, avellanas verdes, sardinas asadas que inundan la atmósfera de una calle Betis en la que no cabrá un alfiler así que vaya acercándose la madrugada. Antes, en sesión de tarde, tritones que irán a la caza y captura de un premio especialmente dificultoso de ganar. Es la cucaña con su palo tan largo como resbaladizo y que era el plato fuerte de la fiesta hasta no hace demasiado tiempo. Por si en el día a día no había suficientes motivos para cruzar el río, la Velá con su sabor a feria de pueblo empieza mañana.
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