
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La zona militar es la mejor de la Plaza de España
La próxima vez que vaya a casa de mi madre tengo que subir al trastero a ver el estado en el que se encuentra el petate que, hace ya más de treinta años, dejé en aquel cuartucho con mis uniformes y cacharros varios de la mili. Cumplí con lo que me dijo el sargento primero Soto: “Guárdelo por si lo movilizan”. Misión cumplida: nunca el Rey tuvo soldado tan disciplinado. En el desván deben estar el mimeta, las botas, el correaje, la gorra, el chaquetón, el elegante chándal, la cantimplora, el plato de latón, la navaja multiusos... Habrá, seguro, algún problema de talla, pero qué le vamos a hacer, los años no solo nos hieren, sino también nos inflan como a publicidades de Michelin.
Esta preocupación por el uniforme que me alcanza ya cincuentón y achacoso no es un vano capricho. Nos hemos contagiado del ardor guerrero que le ha entrado a nuestro Gobierno –hasta ayer falsos adoradores de la paloma de Picasso–. Todos reniegan de Chamberlain y hablan de que hay que parar a Putin, ese ex espía comunista reconvertido en dictador decimonónico. Hay que frenar a la bestia y yo –no es coña– estoy completamente de acuerdo. En primer lugar, porque apoyo la lucha del pueblo ucraniano contra una agresión cruel y despiadada. En segundo, porque Europa no puede permitir que se cree un antecedente así. Y en tercero, porque tenemos que devolverle la visita a los espías que mandó Putin a España para apoyar el procés. Rusia, una vez más, es culpable.
Sin embargo –y me perdonan la grosería–, hubiese preferido que los cojones se hubiesen echado antes en Despeñaperros. En este caso, Despeñaperros es Marruecos. El mismo Gobierno que rompió la postura tradicional española sobre su antigua colonia del Sáhara a cambio de nada (hoy Ceuta y Melilla están más amenazadas que nunca), que vendió a un régimen sátrapa a los antiguos ciudadanos españoles sin dar ninguna razón al Parlamento de la nación y que no para de ceder de una manera inquietante ante la agresiva política alauí, ese mismo Gobierno ahora quiere posar ante la historia como el Churchill War Rooms. Valientes con Rusia (donde sabe que hay otros países que nos sacarán del aprieto) y cobardes con un Marruecos cada vez más crecido e inestable, donde la cara hay que darla en solitario y con EEUU inclinado de la parte magrebí.
Vienen tiempos duros, no solo en el flanco oriental de Europa, sino también en el sur. Y Trump nos tiene ganas. Es la hora de los collons (homenaje a Pla), pero primero en Despeñaperros. Y en Ucrania, también.
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