Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
He empezado a escribir sobre el insufrible cara a cara de Pedro Sánchez y Núñez Feijóo y no llego, sin querer desistir, ni al segundo párrafo. El lunes aguanté los cien minutos de crispación porque me dedico a esto de la comunicación y no quería opinar de oídas. Me han asaltado al móvil decenas de encuestas preguntándome quién creía que había ganado (¿se imaginan seis debates en lugar de uno?), he escuchado a los protagonistas (y a los suyos) encantados de conocerse, he visto los datos de audiencia y no he conseguido hacer zapping, ni en la radio ni en las webs, sin sentirme atosigada.
Mejor les resumo. Como todo se mide en función de las expectativas, el resultado ha invertido los papeles: también alguien tan televisivo como Pedro Sánchez tiene un día malo; también alguien tan previsible como el político gallego se viene arriba. Y tanto habíamos criticado los debates en modo monólogo que los de Atresmedia se han pasado de frenada: dos moderadores que se dedicaron a felicitarlos por lo bien que se autorregulaban (interrumpían)... Luego está la resaca de las “mentiras”. Tengo una libreta llena de datos parciales cuando no falsos o tergiversados. Pero hagamos autocrítica: jugamos con la objetividad de las cifras para colocar el relato y terminamos con la paradoja de hacer noticias de verificación que también hay que verificar.
Lo cierto es que he tenido la misma sensación de incredulidad y saturación durante todo el fin de semana. Pero con la boda de Tamara Falcó y ese chaval (un tal Onieva) que le ha sido insistentemente infiel (eso cuentan mis colegas de la prensa rosa) hasta que de repente llega el capítulo del perdón, la reconciliación y la boda del año. Con suculenta exclusiva, por supuesto, en la revista de su madre (la Preysler). Aquí la gran expectación estaba en el traje de la novia, los análisis van sobre las mejor y peor vestidas y la incógnita, dicen, es saber cuánto tardarán en divorciarse. Si es todo postureo.
Les voy a hablar de Amélie Nothomb. Fui este lunes a la biblioteca con un listado de recomendaciones para el verano y uno de sus libros me asaltó desde el estante. Cuando voy a ciegas, tengo la manía de leer las primeras líneas: “Todo lo que amamos se convierte en una ficción”. Obviamente, ya lo tengo en préstamo; como podrán imaginar, es lo más auténtico (y verdadero) que estoy leyendo estos días... Desconecten. Ya que todos se disputan la atención de nuestro trasero, ¡pongámosle precio!
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