Vacaciones, recuerdos, ficciones

19 de agosto 2024 - 03:08

Pasó el ecuador del mes más vacacional del año. Unos han vuelto y otros se han ido, pero, Dios mediante, volverán. Y se reiniciará la rutina que tan injusta mala fama tiene. Las vacaciones serán un recuerdo congelado en los cientos, miles de fotos que todos hacemos. Y el recuerdo, en su dar vida a algo que ya no existe, es una forma de la ficción. El paso del tiempo iguala lo que ha existido y lo que se ha imaginado, a los seres humanos que vivieron y a los seres ficcionales.

Vayan a un cementerio y, viendo las lápidas quebradas con los nombres medio borrados y los nichos con flores de plástico descoloridas, pregúntense si Hamlet, Alonso Quijano, Pickwick, Edmundo Dantés, Jean Valjean, Holmes, Aliosha Karamazov o Jim son más o menos existentes que aquellos hermanos nuestros que allí yacen. Los personajes literarios tienen la misma realidad o irrealidad que los seres humanos fallecidos. Ambos comparten un espacio en el que la ficción se hermana con el recuerdo. Unos, que nunca han existido en la realidad, dependen para seguir entre los vivos de ser leídos tanto como los otros, que sí han existido, de ser recordados.

Lo sentí con una fuerza devastadora visitando el recinto oeste del cementerio victoriano de Highgate en Londres, al que se entra por unas puertas neogóticas y neo egipcias que podrían ser la ilustración de una novela gótica. El recinto este, más famoso por estar enterrado en él Marx bajo un horrendo y macizo busto, está mejor conservado. El recinto oeste fue poco a poco abandonado tras la Segunda Guerra hasta serlo del todo en los años 70. Hoy lo mantiene medianamente conservado –aunque su abandono forma parte de su siniestro y melancólico encanto– una fundación privada y se puede visitar con guía, porque no debe ser difícil perderse entre la frondosa vegetación que se fue adueñando de él, las esculturas de ángeles apresadas por las yedras, las lápidas torcidas, las urnas veladas, las columnas truncadas, los mausoleos unidos unos a otros formando calles circulares como la rotonda del cedro del Líbano… En fin, ¿quién tiene hoy más realidad de existencia, los londinenses que existieron y yacen allí o sus coetáneos Oliver Twist, Samuel Pickwick o David Copperfield que nunca existieron?

Recuerdos, ficciones… El tiempo todo lo iguala. Como hace con las vacaciones que para muchos ya han terminado y hará con las de quienes estos días las inician.

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