La última ilusión del cura Lezama en Sevilla

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Luis Lezama, en junio de 2024 en Sevilla.
Luis Lezama, en junio de 2024 en Sevilla. / José Ángel García

13 de enero 2025 - 04:00

Se nos ha ido el cura Lezama, el del Alabardero. Y es de los casos en que se debe dar el pésame a toda una ciudad que se benefició de su carácter tremendamente proactivo, en la que generó empleo y en la que pasó su primera noche al relente en el Parque de María Luisa. No nos sentaremos más con él en su mesa preferida de la taberna de la calle Zaragoza, la de los ventanales hacia el exterior. Cumplió una última ilusión muy especial gracias al tacto de don José Ángel Saiz. Don Luis quería estar en la misa de inauguración del presente curso académico que el prelado presidió en el Altar del Jubileo. Y así fue. "Poder concelebrar con el arzobispo de Sevilla en la Catedral ha sido una caricia de Dios", comentó después en privado. Reivindicaba que la Escuela de Hostelería debía estar entre las instituciones y entidades educativas. Como una más. ¡Y cuánta razón! Al día siguiente acudió a la sede de la Fundación Cajasol para asistir al homenaje a su amigo Javierre, otro sacerdote que vino de fuera de Sevilla y se entregó a la ciudad. Y hace poco más de un mes pidió que me llamaran por teléfono para aclararme con fino sentido del humor que no se estaba muriendo, que me habían informado mal y que todavía tendría que celebrarse "una Magna más por lo menos".

Hoy veo al cura Lezama corregir detalles de la decoración de la Taberna El Alabardero de Sevilla, fijar la fecha de la tertulia taurina que cultivaba en la de Madrid o mandarle un mensaje al rey Juan Carlos mientras a media mañana se toma un botellín de agua en la cafetería del Hotel Plaza de Armas. En Sevilla dormía en un hotel para no privar a ningún posible cliente de las habitaciones de la planta alta de la taberna de la calle Zaragoza. Llevó el Grupo Lezama a Madrid, Sevilla, Álava, la Costa del Sol y Washington. Y se fijaba en las cristalerías, los moldurones, el mobiliario... En todo. Y se acordaba de todas sus indicaciones para comprobar si se habían cumplido. Siempre justificaba su apuesta por las escuelas en que prefería enseñar a pescar antes que dar el pez. En Sevilla tiene una rotonda dedicada en la Cartuja que sabe a poco para todo lo emprendido por este cura singular desde que apostó por la capital en las vísperas del 92. Empresario valiente, sacerdote libre, ciudadano visionario. Dio a sus negocios y centros de formación un sello propio y un estilo elegante sin ostentaciones. Muchísima gente vive mejor y con la dignidad que merece todo ser humano porque alguien como el cura Lezama le ofreció la posibilidad de tener una formación que fue el camino directo hacia un empleo. Pudo vivir muy cómodo y en la élite de la jerarquía eclesiástica. No fue hombre de curias, sino de calle. Su diócesis particular era toda la sociedad. Ojalá todos los que vinieran a esta ciudad tuvieran las ideas claras, la fuerza y la capacidad de emprender de esta personalidad del clero y de la empresa.

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