¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Zhivago
La aldaba
Las narcolanchas han llegado a la capital como el tapicero a su ciudad, con toda naturalidad y con los delincuentes saludando a las cámaras. Ya están aquí. No son una exclusiva de las playas de Algeciras o Barbate, ni de puntos de la costa de Huelva o Almería. Por el río llegaba la plata de América, navegan los turistas en los cruceros desde el Huevo de Colón hasta Sanlúcar, reman los piragüistas del Labradores y el Mercantil, pasean las embarcaciones que atracan en el Náutico... Y ahora tenemos narcolanchas. Debe ser un síntoma más de la era de los excesos. O tal vez será que por fin no vivimos de espaldas al río, esa calle ancha que siempre está ahí y no siempre la hemos sentido como nuestra. Las narcolanchas se han paseado por el Guadalquivir como Puigdemont por Barcelona el pasado 8 de agosto. Entró, echó el discurso, saludó y se marchó sin nadie que le diera el alto. Protocolo de delincuentes. A un paso estamos de colocar un azulejo en el Estadio de la Cartuja: “Hasta aquí llegaron cinco narcolanchas el lunes 27 de enero de 2025”. Con la alegría de un crucero al que solo faltaba la música para bailar la conga de Jalisco, luces de recreo y la voz tronante de un guía. Hay ocasiones en que esta ciudad supera las historietas de un tebeo, porque la trama de una novela es quizás poner el listón demasiado alto.
Cumplimos 25 años con la lacra de la denominada ‘mafia’ del taxi en el aeropuerto, el software de Tussam tiene fallos y permite viajar gratis, sumamos avenidas y calles sin una puñetera sombra, peatonalizamos vías urbanas que en realidad se entregan al disfrute de los bares, la Gerencia de Urbanismo es laminada en funciones clave para que sean asumidas por profesionales externos mucho más controlables, la vocación americanista de la ciudad se ve mermada por la disolución en la práctica de la escuela de la calle Alfonso XIII, se destroza poco a poco ante nuestras narices un icono del 29 como es la Avenida de la Palmera y, en general, no hay un modelo para controlar los efectos de un turismo masivo y depredador. Esperamos que la Guardia Civil sepa a esta hora quiénes eran los tíos de las narcolanchas y la razón por la que han penetrado nada menos que por el Guadalquivir. Esta gentuza no tenía mesa reservada con vistas a la Torre del Oro, ni habían equivocado la ruta. Se sienten tan impunes que se cuelan como piratas. Nadie los ha detenido y hasta un particular ha hecho una grabación. Sevilla no tiene playa, pero a su paso por el casco urbano tiene río con narcolanchas. La próxima vez los veremos arrojar los fardos en la Torre de la Plata. Por el río siempre nos ha llegado la gloria y la miseria. La historia no se repite, es la misma.
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