La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Sevilla/Hay quioscos de prensa que no venden periódicos como hay bares que no despachan tapas. Es triste un quiosco sin la pila de ejemplares de papel siempre alta por la mañana y habitualmente baja ya a mediodía, cuando el quiosquero prepara la guita para apretar el taco de las devoluciones. Un quiosco sin periódicos tiene poco sentido, se reduce a quiosquillo de parque con chucherías y baratijas, botellas de agua y refrescos. Los complementos han pasado a ser los artículos principales. Y no se trata de una perspectiva nostálgica, sino de una evolución que ha excluido la función principal. Hay ultramarinos que tenían una pequeña barra de bar que con el paso del tiempo es más grande que la zona de tienda, pero no han dejado de ofrecer productos de venta para la calle. Por fortuna hay muchos quioscos que siguen ofreciendo periódicos, revistas, guías de turismo, el boletín del Consejo y la revista Nazarenos. Da gusto pasar por la Alfalfa y la Plaza del Salvador y comprobar las torres de papel en los estantes delanteros y las revistas en las vitrinas. Los quioscos sin periódicos son tristes y sosos como los cajeros automáticos empotrados en cualquier pared y no vinculados a ninguna sucursal.
En muchos quioscos puede usted comprar artículos como si se tratara de un bazar: desde un paraguas a un bolso para la playa, pasando por gusanitos, patatas y chicles, pero no un periódico. El quiosco fue un acudidero en los días de encierro para la pandemia. Nada como ir con el ejemplar bajo el brazo para no ser preguntados por el agente de la Policía. Pero todo ha cambiado, como esos bares que se han olvidado del sevillano adecuando sus listas de platos (qué horror la denominación de “plato”) y horarios a nuestros señores y amos los turistas, dicho sea a lo Mañara. La memoria frágil siempre conduce a la injusticia. Los quioscos son una concesión municipal en la que se debería guardar el cumplimiento de su función principal: la venta de periódicos de papel. Siguen existiendo los estancos para el tabaco y los sellos, continúa Correos con las cartas y hasta las ventanillas de los bancos para gestiones presenciales aunque cada vez pongan más reparos. Los periódicos de papel siguen existiendo y tienen sus lectores. El prestigio del papel es innegable. No son los años grandes de venta de periódicos de papel, pero los que los siguen comprando no son pocos y son, sin duda, lectores cualificados. Patas negras en el mercado de la información. La renovación para no morir no debería implicar la pérdida de la hermosa función original. Nada concede más valor a un quiosco que la prensa. Y la prensa respeta y quiere a los quioscos.
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