La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Tren de baja velocidad
Lo han dado a bombo y platillo: desde ayer, una operadora francesa de la Alta Velocidad da viajes entre Madrid y Sevilla a precios populares. Las fotos de la inauguración a pie de andén de los jefazos de la compañía ferroviaria junto a las autoridades locales me hicieron viajar, gratis y rompiendo la barrera de sonido, a aquella mañana de abril del 92 en que vi por la tele –la torta de azúcar bebiéndose mi café– la llegada del AVE a Sevilla. El futuro había llegado hasta el Sur en tren supersónico, eso fue lo que nos contaron. Cómo no creérmelo a mis 15 años, por mucho que la estación del pueblo, desmantelada la línea hace años, se nos cayera en pedazos. La inauguración de ahora sabe a versión low cost, donde el alcalde, por mucho que diga “día importante”, “espacio emblemático”, “nudo estratégico”, “ciudad que apuesta por el progreso”, no nos libra del desengaño: el futuro ya no es lo que era.
No es que una esté en contra de la cinética y lo frenético (un poco sí, prevenida por los grandes pensadores acerca de la alienación que provoca la mater celeritas), ni de la Alta Velocidad (sobre todo si sustituye a los vuelos domésticos, más contaminantes), ni de que haya tantas conexiones diarias entre Sevilla y Madrid. De lo que nos cansamos es de llegar tardando a Huelva, de que haya más horas de viaje desde Sevilla a los pueblos de la Andalucía oriental que desde Sevilla a Fráncfort, de que no llegue un pinche Cercanías al aeropuerto, de que las taquillas de los pueblos a los que todavía llega el tren hayan sido reemplazadas por máquinas que no tienen por qué aprender a manejar las personas mayores, de que los trenes que llevaban y traían desde los pueblos a la capital se hayan ido desmantelando (luego hay quien se lamenta de que cada vez está más vaciada la España vaciada), de que con los abonos sea misión imposible comprar un billete de media distancia, de que estemos más cerca de Madrid que de Jaén. Sobre todo, me canso de escuchar el discurso que reza (cito textualmente al alcalde) que, gracias a estas conexiones en Alta Velocidad con Madrid, “muchas más personas tendrán la oportunidad de descubrir la riqueza de nuestra cultura, nuestra historia y nuestra gastronomía, que hacen de Sevilla un destino único”. A quienes destacan que hacen las cosas (museos, festivales, transportes, peatonalizaciones, infraestructuras) no ya por los vecinos sino para el turismo, los van a tener que empezar a votar los turistas. La Alta Velocidad en Sevilla va como un tiro, albricias. Lástima que los trenes de baja velocidad, esos que nos vertebran con otras ciudades andaluzas; los que hacían posible que las gentes pudieran seguir viviendo en su pueblo sin tensar la vivienda en la capital; los que con sus pitidos llenaban de nostalgia los campos, hayan sido tren a tren, gota a gota, tan desmantelados.
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