El traje azul de azafato del AVE

La aldaba

Siempre nos sonríe e invita a subir al vagón para disfrutar de un viaje a ninguna parte donde solo importa el maquinista

El kit que nos retrata como ciudadanos débiles

No nos engañen, hablemos de la guerra

Sánchez en la tribuna del Congreso el pasado miércoles.
Sánchez en la tribuna del Congreso el pasado miércoles. / Agencias

29 de marzo 2025 - 04:00

El bonsai de Felipe con el mire usté de los debates, las piernas por lo alto de Aznar embriagado de poder con las grandes potencias del momento, la ceja arqueada del avieso Zapatero, el chichichí de Rajoy y el traje de azafato del AVE de PedroSánchez. El otro día dimos un respingo en la butaca cuando apareció el presidente del Gobierno en la tribuna del Congreso de los Diputados con ese terno que parecía decirnos a los españoles con la sonrisa esculpida en el rostro: “¿Los engañados? Al vagón uno”. Tenía que explicar cómo aumentará el gasto en Defensa hasta dedicar un 2%, pero no dijo de dónde sacará las perras ni cuándo. Nos hemos enterado por el secretario general de la OTAN que la cosa se prepara para el verano. ¡Menos que hay un chivato! Como cuando nos enteramos por la Casa Real de Marruecos del volantazo de España en su posición respecto al Sahara. Nuestro Gobierno, chitón. El azafato del AVE siempre nos sonríe, nos invita a un mundo mejor, donde todo es posible: pactar con los legatarios de ETA y pedir al mismo tiempo altura de miras al PP, plegarse ante un prófugo y mandar a un vicario del aparato de Ferraz de visita pastoral a Waterloo, mover a los peones de los ministerios a la Fiscalía, el Tribunal Constitucional o el Banco de España. El azafato del AVE siempre ofrece butacas libres en el convoy. Una veces en primer categoría, otras en los antiguos vagones para reclutas, como a Ábalos, el Algarrobo del PSOE, pero nadie se queda en la estación, sobre todo porque los productos de la factoría Sánchez deben estar próximos y no andar por libre. Distinto es el pretencioso de Iván Redondo, que no era un pata negra del sanchismo.

El azafato, con esos trajes de chaquetas de solapa estrecha, tiene el amuleto en ese traje azul de padrino de boda en el salón de plenos de Ayuntamiento de población de menos de 150.000 habitantes. Él en sí mismo es el icono de la Alta Velocidad de la política contemporánea. Nada lo frena: ni la minoría parlamentaria, ni la división dentro del propio Gobierno por el perfil adolescente de los ministros de Sumar al afrontar los compromisos con la OTAN, ni el rechazo al aumento del gasto militar de todos los avalistas parlamentarios, ni por supuesto los continuos nones del tipo que se escapó dentro del capó del coche. En el tren del sanchismo caben todos los que quieran seguir imaginando que Europa es una estructura fuerte. ¡Están en su derecho porque todo son derechos! Este tren tiene bruja, brujo y murciélagos que revolotean. Sigan siempre las indicaciones del azafato feliz.

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