Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La aldaba
Una de las noticias más negativas para el desarrollo de la ciudad se publicó en la portada de este periódico el pasado sábado. Ana Sánchez Ameneiro informaba con toda precisión sobre la obra de ampliación del número de carriles y el cambio de los tirantes del Puente del Centenario, un proyecto que lamentablemente se ejecuta con tanta lentitud que va camino de los cinco años cuando debía durar 27 meses. De momento solo se ha obrado un 30% de lo previsto. Seamos optimistas, pues la primera línea de Metro fue una realidad tras cuarenta años de espera. La segunda puede que la estrenemos en 2030. En esta ciudad puede ocurrir de todo, tanto que el Metro va por superficie en muchos tramos. Y el tranvía se mete bajo tierra también en otro tramo. Todo es posible en Sevilla. El desarrollo de una ciudad, incluso de la sociedad en general, se basa en las infraestructuras. Los sevillanos tenemos unas tremendas tragaderas, porque nos quedamos callados cuando nos cambian túneles por un puente para que cruce el río la SE-40, o cuando una obra que debe durar dos años y tres meses se plantará como mínimo en cinco, o cuando nos dieron en las narices con una campaña publicitaria para que nos despidiéramos del Metro, que es el medio de transporte urbano de las grandes capitales. Pagamos dos veces en menos de veinte años por la reurbanización de la Plaza Nueva. ¿Nadie pide explicaciones por las demoras o por el hecho de que haya que levantar otra vez en tan poco tiempo un espacio fundamental para la vida de la ciudad?
Nos agitan el sonajero de los proyectos para ilusionarlos, vender el humo que genere titulares efímeros y después, poquito a poco, las cosas van cambiando, a peor lógicamente. La indolencia es nuestro lastre y quién sabe si nuestro escudo. Mereceríamos más seriedad, pero el ruido de debates absurdos como la duración de la Feria o el estruendo de las procesiones magnas impiden quizás una reacción más enérgica. Solo funcionamos como sede de grandes eventos, nos cuesta un mundo que nos respeten a la hora de cumplir con los plazos de ejecución de las infraestructuras que necesita la ciudad. Si esperamos 40 años para tener una única línea de Metro, ¿cuánto aguardaremos para un tren que una el aeropuerto con Santa Justa? Que se enciendan las luces de Navidad, que suenen los tambores de la macro-procesión y sigamos incluso desde las propias instituciones con la tabarra del día más o menos de la Feria. Nos toman el pelo, tragamos y se nos van las mejores. Estaremos distraídos, quizás. Somos poco combativos, nada beligerantes. Quieto todo el mundo, que no se mueva un varal. El siglo XVII queda tan lejos ya en el pasado como la segunda línea de Metro o el trazado del tranvía hasta Santa Justa en el futuro. Hay que sortear la frustración. Total, los albañiles siempre se retrasan. Por algo son los artistas.
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