La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La mayoría de los historiadores coinciden en que la Guerra Civil española fue el prólogo de la Segunda Guerra Mundial. En argot televisivo, aquella cruel contienda entre ciudadanos de un mismo país sirvió de piloto para que la Italia fascista, la Alemania nazi y la Rusia de Stalin, entrenasen en nuestros campos y ciudades, para la que después sería la mayor contienda de la historia en suelo europeo. Fue la sangre de nuestros antepasados la que les ayudó a ponerse en forma, para lo que vendría después. Ahora, cuando analizamos la guerra de Israel contra los terroristas de Hamas y Hezbolá y las miles de víctimas civiles e inocentes causadas; al contemplar los bombardeos indiscriminados y la invasión del Líbano, un territorio que se definía como “La Suiza de Oriente medio”; o los ataques de la nada democrática Irán a Israel; son bastantes los analistas que comienzan a pensar que estamos ante un caso similar, sólo que las batallas con fuego real, en vez de en el Ebro, se están produciendo en Gaza y Beirut. Y algunos añaden que también en Ucrania.
Hay dos hechos que llaman la atención. El primero, que mientras en todos los países pertenecientes a eso que llamamos Occidente ha habido numerosas manifestaciones contra la actuación de Israel; en los países árabes (Turquía, Marruecos, Egipto entre otros) que es donde aparentemente la respuesta ciudadana debería haber sido más airada, no se ha pasado de algunas críticas tímidas y un silencio generalizado convertido en un estruendo que les delata. Ocurre que, en el fondo, a los dictadores árabes Israel les está haciendo el trabajo sucio de ir a por los chicos malos de la clase. A Estados Unidos le ocurre algo parecido. Saben que el problema es Irán, pero un enfrentamiento directo con el régimen de los Ayatolás acarrearía consecuencias desastrosas y prefieren que sea Israel quien desempeñe el papel del policía responsable de mantener el orden en la zona. Mientras, Europa ausente como casi siempre, no es consciente de que, si Israel pierde, caería el último bastión de su frontera con el mundo musulmán.
El planeta tiene miles de islas, pero sólo dos orillas. En algún momento las imperfectas democracias (Europa y EE UU) y las dictaduras (China, Rusia, Venezuela, Irán…) se enfrentarán sin intermediarios y tendremos que optar por unos u otros; pero de momento al contemplar a israelíes y palestinos matándose en sus desiertos lejos de nuestros jardines con riego artificial, nos basta con simular tristeza ante la tragedia, ya que tan solo es un ensayo de la traca final.
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