Los toros

Defender algo por que simplemente se ha hecho en el pasado, nos llevaría a mantener la Inquisición

31 de mayo 2024 - 01:00

Se trata de un debate antiguo. ¿Es la tauromaquia cultura o no? Para responder a la pregunta necesitaríamos partir previamente de una consensuada definición de lo que entendemos por cultura. Habría, para empezar, que desligarla de cualquier connotación política. Ni los taurinos son “fachas” por serlo, ni los antitaurinos peligrosos comunistas antisistema por defender la prohibición. Habría también que discernir lo cultural de lo histórico. El pasado está en la raíz de lo que somos, pero la cultura no es estática; evoluciona con el tiempo. Este proceso dinámico significa que la identidad cultural también es fluida y se mueve. Defender algo por que simplemente se ha hecho en el pasado, nos llevaría a mantener la Inquisición y las hogueras, espectáculo éste que al parecer llenaba las plazas. Por suerte las cosas van cambiando como cantaba Bob Dylan. Por último, deberíamos ser capaces de interpretar a la cultura como algo más amplio que como un aval imprescindible para definir nuestra identidad. Que la cultura es un tejido complejo de valores, tradiciones, símbolos y prácticas que juega un papel fundamental en la formación de nuestras identidades es innegable. Desde el nacimiento, los individuos vivimos inmersos en un entorno que influye en nuestra percepción del mundo y de nuestro papel en él. En ese sentido es un elemento imprescindible a la hora de reforzar nuestra identidad colectiva, pero no es el único. De ahí que considerar que defender a la tauromaquia es sinónimo de ser buen español, mientras que no hacerlo implicaría justo lo contrario, es un sinsentido. Se puede ser o no ser español, bueno o malo, o incluso no serlo, independientemente de la posición que tengamos cada uno en referencia a los toros.

La cultura es no solo un reflejo de quiénes somos, sino también una herramienta poderosa para moldear quiénes queremos ser y nos proporciona un marco de referencia que nos ayuda a interpretar el mundo y a tomar decisiones alineadas con nuestros valores. En ese sentido cabe preguntarse si queremos que un espectáculo que hace de la muerte de un animal o de un ser humano, el elemento esencial de su atractivo, sea uno de los elementos primordiales de nuestra cultura. O que un animal aterrado sangrando tras haber sido torturado, represente nuestros valores. Desde luego se trata de algo discutible como mínimo, pero en una sociedad dividida al máximo, enrabietada en dos mitades que pretenden destruirse, ya hay suficientes conflictos, como para generar nuevos. Ninguno más, por favor. Así que ni si, ni no; simplemente ahora no toca.

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