Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
PASA LA VIDA
LA declaración del flamenco por parte de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es una estupenda vitola que se pone a nuestra disposición para utilizarla en Triana o en la Cochinchina. Y nada más. Los niños andaluces seguirán al compás de Halloween y enganchados a la música de los ídolos fabricados por Disney (Jonas Brothers, Demi Lovato...). Sólo querrán cantar y bailar lo de Camp Rock, el disco que le han comprado sus padres. Y el 99% de los jóvenes sevillanos de edad universitaria continuarán ignorándolo todo sobre el arte contemporáneo que representan Paco de Lucía o Israel Galván, y jamás se les ocurrirá ir a una peña flamenca, ni comprar entradas para disfrutar en un teatro con Juan Carlos Romero, Rocío Molina o Rancapino.
Lo peor del éxito conseguido en Nairobi es la intención manipuladora con la que desde la Administración institucionalizan el flamenco para fidelizar votos en favor del PSOE y como coartada para montar cortijos muy particulares. Repetimos: la Agencia Andaluza del Flamenco no es Patrimonio de la Humanidad. Y Paulino Plata tampoco. El excesivo presupuesto que le asigna a tal Agencia es un monumental agravio en el contexto de tremendas penurias y tijeretazos para el resto de la cultura.
La Unesco le concedió a Sevilla en 2006 el título de Ciudad de la Música. En esto han concretado las instituciones su compromiso para reforzarlo y rentabilizarlo cultural y socialmente: penosa postración de los conservatorios, supresión de ciclos, abandono de proyectos, carencia de iniciativas, a la deriva el Museo del Baile Flamenco (buena idea mal ejecutada), parón del teatro para el flamenco de María Pagés y Miguel Gallego, fortísimos recortes en la asignación a la Sinfónica y al Maestranza, desaprovechamiento de la inversión de diez millones de euros en modernizar técnicamente el teatro para convertirlo en pilar de la industria cultural y turística.
Ésta es la verdad de cómo gastamos la pólvora en salvas.
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