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Rafael Padilla
La paradoja de la privacidad
La última explicación de Carlos Mazón sobre qué hizo el 29 de octubre durante cinco horas, mientras se ahogaban decenas de personas en Valencia, ha sido la peor. Tardó diez días en revelar que almorzó con una periodista, directora de comunicación de un club de fútbol de segunda división y presentadora de eventos, para ofrecerle la dirección general de À Punt, la radiotelevisión pública valenciana. Primero fue una reunión privada, después un cumpleaños, finalmente una comida de trabajo. Cuando se le ha pedido la factura, para no enseñarla ha aducido que estuvo en el restaurante El Ventorro como presidente del PP de Valencia. ¡Hum! Esos detalles habría que cuidarlos.
¿Tiene el PP una televisión en Valencia, para ofrecer la dirección a quien quiera que fuese? ¿Verdad que no? El presidente de la Generalitat puede interesarse por quién dirige la televisión de todos los valencianos; el presidente del PP, no. Huyendo de dar pruebas de qué hizo las horas que anduvo a picos pardos durante una riada catastrófica, ha descubierto la patrimonialización por su partido de las televisiones autonómicas. En su calidad de presidente del PP ofreció la dirección de À Punt a una persona, que así sabría bien a quién se debía. Lo que contraviene la ley aprobada en julio, que establece que al director general de la radiotelevisión valenciana lo nombrará por cinco años un consejo de administración de ocho miembros, elegido a su vez por el parlamento regional.
Todo eso se ha saltado Mazón como presidente del PP, según confesión propia, en su engañosa actuación de El Ventorro. Sorprende la cobertura que los moderados populares le han dado a su líder valenciano. En 2022, Feijóo y Moreno ya salieron en tromba a proteger a Ayuso de las acusaciones de tráfico de influencias que hizo el presidente nacional del Partido Popular Pablo Casado, por los negocios del hermano de ella con la Comunidad de Madrid. Casado duró cinco días en el cargo. En el caso de Mazón, Feijóo el viernes minimizó a la gallega la reclamación de la factura del almuerzo: “no me voy a dedicar a ver los tiques de la comida de ningún dirigente político”. Y Moreno, en un evento rural, lo consideró una minucia: “es un asunto que creo que no tiene la menor importancia”.
Pero el asunto es relevante. El paradero desconocido del presidente de la comunidad autónoma durante una tarde que acabaría con 222 muertos y cuatro desaparecidos, es importante. Y tratar a la radiotelevisión pública como si fuese una finca privada, ilustra cómo después se gestiona un Telemadrid. O un Canal Sur, donde –sin ir más lejos– el presidente de la Junta de Andalucía ha salido horas y horas y horas en el año que termina. Que la RTVA ya fuese así en la etapa socialista no exime al PP de responsabilidad actualmente. El tique de Mazón es una paradoja ética. Ni él, ni Moreno, ni el PP, ni ningún partido deberían manejar una televisión púbica a su antojo.
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